Congruencia, comprensión empática y consideración positiva incondicional en el acompañamiento de perdidas, Vol. 1, Nº 1, pp. 29-34, ISSN: 2452-5383 (en línea)
Congruencia, comprensión empática y consideración positiva incondicional en el acompañamiento de perdidas, Vol. 1, Nº 1, pp. 29-34, ISSN: 2452-5383 (en línea)
RESUMEN
Las pérdidas por muerte de un ser querido son experiencias muy dolorosas, que tienen un impacto en todas las áreas de la vida de las personas quienes las afrontan (dolientes), actitudes como la congruencia, comprensión empática y consideración positiva incondicional son factores fundamentales y necesarios en el acompañamiento para poder afrontar esta experiencia y vivir adecuadamente el proceso de duelo. Se realizó una investigación de corte cualitativo, con el objetivo principal de elaborar una propuesta de acompañamiento ante la experiencia de pérdida por muerte de un ser querido, teniendo como fundamento teórico el enfoque centrado en las personas; para ello se llevaron a cabo entrevistas a mujeres que perdieron a seres queridos por causa de muerte y a tanatólogos con experiencia en el acompañamiento. La propuesta tiene como base los recursos personales que las participantes utilizaron en su propia vivencia y factores externos que les ayudaron en su proceso de duelo.
Palabras clave: perdidas, acompañamiento, congruencia, comprensión empática, consideración positiva incondicional
ABSTRACT
The losses for death from a beloved person are painful experiences which severely affect the life of people who face them (mourners), attitudes such as congruence, empathic understanding and unconditional positive consideration are fundamental and necessary factors during the counseling in order to face this experience and live properly the grieving process. A qualitative investigation was developed with the main objective of preparing an accompaniment proposal for the experience of loss for death of a beloved, theoretically based on the persons-centered approach. The research was conducted through interviews of women who had lost a beloved being due to death. And tanatologists with experience in accompaniment. The proposal is based on the personal resources that the participants used in their own experience and external factors that helped them in their grieving process.
Keywords: loss, accompaniment, congruence, empathic understanding, unconditional positive consideration
INTRODUCCIÓN
Las pérdidas por muerte son experiencias inevitables en la vida de los seres humanos que desencadenan una reacción emocional y comportamental en forma de dolor y sufrimiento conocida como duelo, de acuerdo con Cabodevilla (2007), el cual se compone de elementos psicológicos, físicos y sociales; su intensidad y duración dependen del significado de la pérdida, del vínculo que la persona (doliente) tenía con el fallecido y de la causa de la muerte.
La Tanatología es la encargada de encontrar sentido al proceso de la muerte, busca fomentar y desarrollar holísticamente las potencialidades de la persona para enfrentar con éxito los efectos destructivos que tiene esta experiencia (Bravo, 2006).
Navarro (2006), afirma que el profesional de la Relación de Ayuda, necesita tener conciencia del importante rol que realiza desde la función que ejerce, su trabajo se centra en el sufrimiento del otro. Acompañar a un paciente en proceso de morir o a quién experimenta un duelo por la pérdida de un ser querido, conlleva un proceso de gran intensidad emocional.
Las cualidades básicas de saber acompañar, como lo dijo Armendáriz (2004), incluyen calidez, escucha, empatía, respeto, compasión, comprensión y un manejo apropiado de sentimientos; el sentido esencial del acompañamiento requiere de un conjunto de habilidades tales como: saber comunicar, escuchar, saber cómo y cuándo confrontar, respetar el proceso de vida en que se encuentra y reconocer y respetar el de los demás, ponerse en el lugar del otro para comprenderlo y flexibilizar los intereses propios.
A través de su teoría, Rogers (1978a), plantea que el cambio constructivo de la personalidad depende hipotéticamente de tres actitudes básicas del terapeuta, las cuales se supone tienen mayor importancia que las cualidades profesionales, el enfoque u orientación terapéutica o las técnicas de entrevista. Estas actitudes son: congruencia, consideración positiva incondicional y comprensión empática del mundo fenoménico de la persona.
Segrera (1989), sustenta que las actitudes fundamentales del enfoque van de la mano y están plenamente relacionados unos con otros y son los pilares del posible cambio en la relación de ayuda. Esa idea la reafirman Mearns y Thorne (2003), quienes mencionan que la consideración positiva incondicional, la empatía y la congruencia son los pilares aceptados del enfoque y que son un regalo que se le da a la persona en relación.
Al mostrarse una persona como realmente es, se logra que la otra busque con éxito su propia autenticidad, de acuerdo a lo dicho por Rogers (1986), ya que mientras más auténtica sea la relación, más útil resultará, teniendo presentes los propios sentimientos, esto implica la voluntad de ser y expresar los sentimientos y actitudes propios a través de las palabras y la conducta. En la relación de ayuda, el terapeuta sirve de modelo: su congruencia motiva a la persona a tomar riesgos propios con la finalidad de llegar a ser él mismo. La congruencia está relacionada con la aceptación y la empatía (Lietaer, 1997).
Rogers (2012), define: “el estado de empatía, o de comprensión empática, como percibir correctamente el marco de referencia interno de otro con los significados y componentes emocionales que contiene, como si uno fuera la otra persona, pero sin perder nunca esa condición de “como si” (p. 45). Cuando el terapeuta entiende la experiencia que ocurre momento a momento en el mundo interior de la persona de acuerdo a cómo la ve y siente, es posible que el cambio aparezca; la comunicación del intento de comprender también ayuda, si se percibe que la otra persona trata de conocer los significados, pues implica saber el valor que le está dando como individuo, que sus sentimientos y significados son algo que vale la pena comprender (Rogers, 1978b).
En términos de Segrera (1989), la comprensión empática no se trata de una comprensión evaluativa con la que se indica a la persona lo que no funciona bien en ella; hay que sumergirse en sus significados personales y privados, el único a partir del cual será posible un verdadero cambio terapéutico. No sólo hay que entender de lo que la persona es plenamente consciente, se necesita conocer la totalidad de su mundo; se requiere percibir su experiencia tal como la siente. El lenguaje del terapeuta busca agrupar lo que la persona le transmite y devolvérselo sin convertirlo en nociones teóricas que no puedan ser reconocidas por él como propias.
Rogers (2012), comenta que percibir las experiencias de otra persona relativas a sí misma como dignas de consideración positiva, significa darle importancia a esa persona como tal y de forma independiente a los valores que pueden aplicarse a sus conductas específicas. Cuanto mayor sea la aceptación hacia un individuo, más útil le resultará la relación que se está creando, de acuerdo a lo dicho por Rogers (1986), esto significa un cálido respeto hacia él como persona con valor propio e incondicional, independientemente de su condición, sentimientos o conducta; también implica agrado hacia el otro como alguien distinto, el deseo que posea sus propios sentimientos, aceptación y respeto por sus actitudes sin tomar en cuenta si son negativas o positivas. Mientras más se pueda mantener una relación libre de juicio y evaluación, hay mayor posibilidad de que la otra persona sea autorresponsable, reconozca que tanto el núcleo de evaluación y el centro de responsabilidad se encuentran dentro de sí misma y el valor de su experiencia dependen de ella.
OBJETIVO DEL ESTUDIO
Como objetivo general de investigación se tuvo: analizar los recursos personales y factores externos que ayudan en la experiencia de pérdida por muerte de un ser querido, a fin de elaborar una propuesta de acompañamiento para orientadores desde el enfoque centrado en las personas. Se tuvieron los siguientes objetivos específicos:
a) identificar los recursos personales de los participantes, utilizados en su propia vivencia ante la pérdida por muerte de un ser querido.
b) identificar factores externos que les ayudaron en su proceso de duelo.
c) elaborar una propuesta de acompañamiento para orientadores teniendo como fundamento teórico el enfoque centrado en las personas.
METODOLOGÍA
Se realizó una investigación de tipo cualitativa, a través de entrevistas semiestructuradas a 5 mujeres dolientes que tuvieron la experiencia de pérdida de un ser querido y a 5 tanatólogos con experiencia en el acompañamiento. Previo a las entrevistas se aplicaron dos instrumentos: el inventario de historia de pérdidas (Chaurand, Feixas y Neimeyer, 2010) a las dolientes y una ficha profesional a los tanatólogos.
RESULTADOS
De las entrevistas realizadas a las dolientes, se obtuvieron las siguientes categorías de análisis: pérdida significativa referente, vínculo, recursos personales que ayudaron, actitudes propias que ayudaron, actividades/hábitos que ayudaron, redes de apoyo, actitudes de otros que ayudaron y necesidad actual. De las entrevistas a los tanatólogos, se obtuvieron las categorías de análisis siguientes: pérdidas más significativas, recursos personales de los dolientes que ayudan, actitudes de los dolientes que ayudan, actividades de los dolientes que ayudan, tipo de pérdidas que han acompañado, actitudes del tanatólogo que ayudan, estrategias del acompañamiento tanatológico que ayudan, duración del acompañamiento y quién marca el final del acompañamiento tanatológico.
La intensidad y duración del duelo dependen del significado de la pérdida, del vínculo que la persona (doliente) tenía con el fallecido y de la causa de la muerte, cada persona vive el proceso de manera única, hay tantas formas de duelo como personas; aunque no se puede generalizar porque cada doliente lo experiencia y afronta de manera diferente, hay factores comunes que ayudan en dicho proceso, los recursos personales como: la capacidad de resiliencia, la personalidad, la espiritualidad (religiosa o no), el vínculo con el fallecido; factores externos como las redes de apoyo (familia, amigos, pareja, etcétera), el acompañamiento tanatológico y la contención que ambos brindan; factores que fueron mencionados por los dolientes en esta investigación realizada.
El doliente se encuentra sumergido en el dolor que le ha causado la pérdida, experimenta un vacío por la ausencia de la persona; la expresión de sus sentimientos es promovida por las tres actitudes básicas que quien lo acompaña le demuestra: congruencia, comprensión empática y consideración positiva incondicional; al mostrarse auténtico quien acompaña, logra que el doliente busque su propia autenticidad y pueda expresar de manera transparente todos los sentimientos causados por la pérdida; la comprensión empática y la consideración positiva incondicional de quien acompaña, sumados al respeto hacia su dolor, son la base para que el doliente pueda expresarse libremente, para que sienta que hay un interés genuino en explorar junto con él su experiencia y sus vivencias provocadas por la pérdida; el hacerle sentir al doliente que tiene un espacio libre donde expresar sus sentimientos, su experiencia de pérdida y hacerle sentir la importancia que tiene para quien lo acompaña, logra hacerlo sentir acompañado, atendido.
Todas las pérdidas son igual de importantes, de significativas, ninguna es más importante que otra, porque el dolor que se siente es el más grande para la persona en ese momento; es personal, íntimo, no hay puntos de comparación con el de otros porque son personas diferentes, únicas y cada experiencia es distinta, pero todas merecen y necesitan que se les dé un valor.
Ante la muerte de un ser querido, la pérdida detona en los dolientes un sentimiento de profundo dolor, se encuentran caóticos, en shock, en negación, en cólera, rodeados de nada más que dolor, que los envuelve como si estuvieran sumergidos en un estanque con cortinas negras alrededor y no alcanzaran a percibir otra cosa, no pueden ver más allá; se vive una revolución de sentimientos, un caos total: mental, físico, emocional, se ve inmerso en un total estado de confusión, en el que pueden llegar a “no saber nada” en ese momento, lo cual es normal al principio del duelo, se cuestionan constantemente respecto a qué sigue, qué va a pasar. Los dolientes se vuelven como “esponjas” emocionales, se encuentran hipersensibles, por lo que todo (positivo y negativo), lo llegan a percibir dos veces, tres veces, diez veces más (depende de cada persona).
La intensidad del dolor por la pérdida, los coloca en un periodo de incongruencia, por lo que es imposible hasta cierto punto, dependiendo de la persona, que del exterior se le exija congruencia porque en ese momento no la tienen, ni quizá puedan acceder a ella de manera inmediata. Conforme va pasando el tiempo, el proceso de duelo, dependiendo de cada persona, la irá recuperando a su personal manera y ritmo. Un factor clave está únicamente en acompañarlos, darles contención, hacerles sentir una presencia auténtica.
El objetivo del acompañamiento en las pérdidas por muerte de un ser querido es interesarse y centrarse en las necesidades de los dolientes, por lo que quieren expresar, desahogar, sino quieren hablar tampoco forzarlos, pero es importante hacerles sentir la libertad y la confianza de poder hacerlo en el momento que quieran; la sensibilidad de quien acompaña, su interés, su escucha auténtica e incondicional es lo que ayuda y los conforta. Hay elementos que a algunas personas les sirven que a otros no (la racionalidad, la confrontación, el llanto, la compañía, los hábitos, la distancia, etc.), porque todas las personas son diferentes, tienen recursos diferentes, dependiendo de su personalidad, de su modelo explicativo de la vida, del tipo de inteligencia que tengan; no se puede comparar, poner como ejemplo a otra persona, un duelo no es un manual a seguir, cada quién es su propia guía. Existen personas más emocionales (sensibles), otras más racionales las cuales (a manera descriptiva no generalizando), pueden analizar y avanzar en el proceso de manera más inmediata, aparentemente se adaptan más fácilmente a la pérdida. No significa que no sufran, sino que su actitud es más proactiva, pero la racionalidad puede llegar a impedir que la persona contacte con la experiencia, con el dolor, la confusión, la desesperanza, el vacío, no va a procesar adecuadamente ya que, generalmente no lloran, les genera miedo, enojo, se autoreclaman.
El interés auténtico y la sensibilidad de quien acompaña, se puede convertir en un “factor comodín” el cual tomará el color que los dolientes puedan necesitar en las diferentes etapas de su proceso, es decir, dichas actitudes se vuelven universales y se adaptan a lo que cada persona requiere. Son los dolientes quienes ponen las condiciones de cómo vivir su duelo, quienes decide cómo, cuándo, con quién, para quién, para qué lo viven.
Es importante que quien acompaña, haya trabajado previamente sus propias pérdidas, esto con el objetivo de evitar que obstaculice su congruencia y comprensión empática en la relación de ayuda. El confrontar al sufrimiento de los dolientes, puede provocar angustia o el hecho de no saber manejarlo por la cuestión de reflejo de experiencia personal y evitar que de manera consciente o inconsciente bloquen la expresión necesaria del dolor de los dolientes.
Nadie puede entender el sentimiento de un doliente, pero quien acompaña puede demostrarle que siente su dolor, que la relación que se establece está basada en la sensibilidad, el acompañamiento, el no juicio y sobre todo el respeto hacia su experiencia de pérdida; comprender que lo que el otro vive es único, merece un lugar y el espacio para expresarlo, vivirlo. El doliente puede llegar a usar frases como: “me quiero morir” y no implica necesariamente que es algo que busque o quiera, es una mera descripción de su estado interno, de lo que siente, es una forma verbal de expresar el gran dolor que le produce la pérdida de su ser querido. Prudencia y tacto son claves en esta actitud.
Las exigencias y expectativas externas se hacen presentes ante procesos de duelo, pues confrontar el dolor no es opción para algunas personas, por lo que depositan en el doliente que está viviendo su pérdida una carga emocional doble; incluso minimizan lo que está sintiendo, por lo anterior en la relación de ayuda tanatológica es necesario que se comprenda que los dolientes necesitan una contención, una escucha auténtica y libre de juicios, sin importar la incongruencia con la que se expresen, el tiempo que les lleve, si lloran, las actitudes que tomen, pues es lo que tienen en ese momento, el acompañamiento y la contención que reciban es lo que les permitirá ir elaborando su duelo.
El dolor que todas las personas sienten por una pérdida, es de suma importancia, todos por igual tienen derecho a expresarlo, compartirlo; la actitud positiva incondicional no significa aprobar, sino reconocer de manera auténtica y clara todo lo que constituye la realidad interior del doliente.
CONCLUSIONES
Una necesidad básica del doliente es encontrar una relación libre de juicio y evaluación, quien lo acompaña puede modelar las actitudes que por el proceso de dolor en el que se encuentra, no le es posible tener al doliente consigo mismo: congruencia, comprensión, escucha, atención, consideración. En estas experiencias de dolor, las actitudes de quien acompaña, pueden tener mayor importancia que sus cualidades profesionales, pues se encontrará al lado de una persona en condición hipersensible que percibirá todo de manera multiplicada. Para promover la expresión de sentimientos que es lo que más requiere al principio del proceso y lograr un cambio terapéutico en el doliente, necesita no sentirse amenazado, condicionado, sino aceptado cálida e incondicionalmente.
Una persona siempre hace lo mejor que puede bajo sus circunstancias, en el curso del acompañamiento el doliente trata de establecer una congruencia entre su yo-mismo tras la pérdida y su experiencia, pero necesita la contención y el acompañamiento de alguien para lograr la adaptación psicológica, que no es algo a lo que se llega y termina, puede necesitar constante actualización.
Un proceso de duelo por experiencia de pérdida por muerte se caracteriza por ser constructivo, no está definido ni preestablecido. Hay que centrarse en el doliente que es quien marca las condiciones, recursos y trascendencia de su experiencia. Quien acompaña en el duelo, aportará la metodología y las actitudes promotoras de una relación de ayuda, pero quien confía/entrega su yo-mismo, sus sentimientos y experiencia es el doliente y la paradoja tanatológica es que ambos crecerán y recibirán un regalo de vida. El dolor no sólo se siente y se experiencia, sino que se vuelve un maestro para los que tienen apertura a vivirlo.
REFERENCIAS
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