La expresión creativa en el ECP, Vol. 3, Nº 1, pp. 05-26, ISSN: 2452-5383 (en línea)
La expresión creativa en el ECP, Vol. 3, Nº 1, pp. 05-26, ISSN: 2452-5383 (en línea)
Raíssa Fernanda Ferreira Guedes1 & Juliana Crespo Lopes2
União de Estudos e Pós-Graduação – UNEPOS, Brasília – Brasil1
Charles University, Praga – República Checa2
RESUMEN
En este artículo, se presentarán las articulaciones teóricas del Enfoque Centrado en la Persona (ECP) y la terapia de juego como enfoque terapéutico expresivo que da apertura a los procesos creativos, buscando justificar los impactos psicológicos de la creatividad en el funcionamiento pleno del individuo. A continuación, se establece un diálogo entre la teoría y el reporte sobre la experiencia, que tuvo como aspecto fundamental el uso de recursos expresivos/creativos, sugiriendo que tales recursos tienen una importancia significativa en la construcción del individuo.
Palabras claves: Enfoque Centrado en la Persona; terapia de juego; Creatividad; Adolescencia; Expresión Creativa.
ABSTRACT
This article presents the theoretical articulations of the Person-Centered Approach (PCA) and Play therapy as expressive therapeutic approaches that enable creative processes, aiming to justify the psychological impacts of creativity on the full functioning of the person. A dialogue is established between the theory and the case study, which was grounded on the use of expressive/creative resources, suggesting that such resources have a significant importance in the construction of the person.
Keywords:: Person-Centered Approach; Play therapy; Creativity; Adolescence; Creative Expression.
INTRODUCCIÓN
La expresión del ser humano no se limita a la manifestación verbal, contamos con innumerables formas y herramientas de comunicación y expresión, como la expresión corporal, escrita, artística, musical. Cada una de estas expresiones, tiene sus propias características comunicativas y su importancia y aportes al desarrollo humano. Este desarrollo se da en diferentes ámbitos: a nivel individual y sociocultural. Reflexionamos aquí sobre la importancia de las diferentes posibilidades de expresión en los procesos psicológicos. Tal expansión de posibilidades puede ayudar a entrar en contacto con contenidos internos que no encuentran su espacio para manifestarse solo en la oralidad. Asimismo, a la hora de buscar otras formas de entrar en contacto y experimentar dichos contenidos, podemos tomar caminos más creativos para expresarlos.
Desde esta perspectiva, la terapia de juego se entiende como una terapia expresiva que se define mucho más a través de acciones que de palabras. Como no necesita recurrir a medios verbales, la terapia de juego muestra esto más de forma más clara que la terapia verbal para adultos (Brito & Paiva, 2012). La terapia de juego invita a los niños y adolescentes a expresar sus pensamientos y sentimientos, a manifestar su estado interno con mayor libertad, sin necesidad únicamente del recurso verbal. En este sentido, el movimiento del niño / adolescente en su juego, jugando o a través de la realización artística viene a modificar y ajustar su relación con su entorno y consigo mismo. Al entrar en contacto con contenidos internos a través del juego, pueden experimentar contenidos complejos que surgen del campo subjetivo y que muchas veces no encuentran recursos disponibles en la expresión verbal para una comprensión diferenciada de sus vivencias subjetivas.
Cualquiera que sea el medio de expresión facilitador, estos medios pueden revelarse como un puente para acceder a contenidos complejos. El resultado será una comprensión más vivencial que racional, que posibilitaría una integración de dichos contenidos, ampliando su repertorio de reinterpretaciones en busca de resoluciones más creativas.
Lo que se presenta en este artículo es el relato de la experiencia de la primera autora, resultado del trabajo con adolescentes en el equipo Psicosocial de la Defensoría Pública del Juzgado de Niñez y Juventud del Distrito Federal, en Brasil. Algunos extractos de estos escritos serán en primera persona, ya que son situaciones y reflexiones vividas por la primera autora.
Los adolescentes en cuestión tenían particularidades y demandas específicas, como autolesiones, ideaciones e intentos de suicidio, que carecían de un trabajo basado en una perspectiva más clínica que la atención psicosocial que ofrece el servicio. Al tratarse de personas en riesgo y socialmente vulnerables, hubo que generar una sensibilización para que estos adolescentes no queden desatendidos. Así, nos invitaron a reflexionar sobre las nuevas estrategias de intervención psicosocial que privilegian los aspectos subjetivos, sin descartar los requerimientos institucionales ni desconocer el malestar psicológico. Así, junto a los supuestos básicos del Enfoque Centrado en la Persona (ECP), que incluye actitudes facilitadoras y la noción de tendencia actualizante, ofrecimos un espacio de juego/creativo para estos adolescentes en cuestión.
Este trabajo se divide en cuatro partes: inicialmente, presentamos los fundamentos de la Terapia de Juego y el Enfoque Centrado en la Persona y sus respectivas correlaciones en el proceso terapéutico; luego discutimos la importancia de la creatividad para el funcionamiento psicológico saludable, en un intento de definir los recursos creativos como posibles mediadores en el proceso de pleno funcionamiento; posteriormente, traemos el informe de la experiencia de servicio dentro de la Defensoría Pública; finalmente, analizamos el relato de experiencia en diálogo con los recursos creativos / expresivos en articulación con la teoría abordada.
LA TERAPIA DE JUEGO EN CUANTO PRÁCTICA TERAPÉUTICA PARA NIÑOS Y ADOLESCENTES
La terapia propone que, a través del juego, el niño logre su autoexpresión de forma natural. Es una oportunidad que se le brinda para expresarse a través del juguete, liberando sus sentimientos y problemas a través de él. Es decir, es una posibilidad que el niño tiene de crecer y desarrollarse en mejores condiciones, ya que es a través del juego que puede liberar sus contenidos acumulados, ya sea por frustración, miedo, angustia, agresividad, etc. (Axline, 1984).
La terapia de juego se vuelve valiosa no solamente por posibilitar y dotar la manifestación de tales contenidos con mayor libertad de expresión, sino también para entrar en contacto con estos contenidos de una forma más fluida y natural, sin tantos obstáculos de elementos subjetivos, como el sentimiento de culpa. A partir de ese momento, la toma de conciencia y elaboración de los contenidos emocionales se produce con la misma fluidez, con el poder de permitirse, experimentar y concebir los componentes de esa experiencia.
La terapia de juego surgió con Virgínia Mae Axline, que se basa en el Enfoque Centrado en la Persona (ECP) creado por Carl Rogers. Su idea fundamental es que, a través del juego, los niños pueden expresar sus aspectos subjetivos / individuales, liberándose de sentimientos y problemas y avanzando hacia una dirección más auténtica de sí mismos. La terapia de juego puede presentarse de forma directiva y no directiva. La primera forma se refiere a una práctica terapéutica en la que el terapeuta asume la responsabilidad de guiar e interpretar el proceso terapéutico. El segundo, en cambio, deja la responsabilidad y dirección del proceso a los niños, ya que tienen dentro de ellos la capacidad de resolver satisfactoriamente sus problemas y el impulso natural para un crecimiento más maduro (Axline, 1984).
La premisa de la terapia no directiva se basa en la teoría ECP, que comprende la existencia de una fuerza organísmica que impulsa al individuo a la autorrealización, que se desarrolla a través de la autodirección, la autonomía y la madurez (Rogers, 2009). Para que esto suceda, se necesita un entorno permisivo y seguro en el que el individuo pueda ser él mismo, en completa aceptación de sí mismo. El crecimiento es parte de un proceso dinámico en el que todo está en constante cambio y desarrollo para el individuo, que se va reorganizando - en sus actitudes, pensamientos y sentimientos - según los grados de importancia de las experiencias que atraviesa (Axline, 1984).
Cuando pensamos en una propuesta terapéutica como la terapia de juego desde el ECP, en una relación terapéutica, a veces parece difícil tener la dimensión completa del impacto que esta posibilidad de relación puede generar en el proceso, no solo terapéutico, sino en la vida del individuo. Considerando el hecho de que la persona (ya sea niño o adulto) se está construyendo constantemente, en un complejo proceso de elaboración incesante de sí mismo. Una relación que considera a la persona en este proceso (con aceptación y legitimidad) posibilita una búsqueda interna de formas de expresión y reelaboración del yo, para que se permita revelarse. Esta posibilidad de manifestación, denominada “poder personal” (Rogers, 1978), se caracteriza por la permisividad y comprensión del terapeuta de la alteridad del otro en el encuentro terapéutico. El poder personal le da a la persona la posibilidad de expandirse en la totalidad de su vida y manifestar el poder de su ser.
Sin embargo, la permisividad aquí no se trata de aceptar al otro de una manera conceptual y teórica, sino de permitir que el otro sea y se revele en su experiencia de sí mismo. No se trata de dar permisos, autorizaciones, ofrecer al otro lo inherente a la naturaleza humana. Se trata de reconocer y confirmar este poder como el otro percibe, experimenta y comunica como siendo él mismo. Después de todo, el poder no está en el facilitador, sino en quien lo experimenta (Rogers, 1978).
La permisividad se interpreta aquí como una actitud terapéutica de respeto incondicional por la persona y sus declaraciones sobre su experiencia y cómo elige revelarse, desde un ambiente y clima terapéutico que facilite el proceso de percepción, vivencia y comprensión de sí misma. Según Rogers (1978) y Axline (1984), la permisividad debe existir para que el individuo se sienta libre de expresar cualquier sentimiento y ser comprendido y aceptado tal como es. Independientemente de la forma en que se expresen los sentimientos, la postura del terapeuta de aceptación y comprensión de estos sentimientos debe estar presente tanto verbal como no verbalmente, de modo que los adultos y los niños puedan tomar conciencia de sí mismos y, por lo tanto, decidir la dirección que la relación terapéutica puede tomar, volviéndose más autorregulado en su vida.
Al experimentar una relación sin el control del terapeuta, el individuo se convierte en el foco de la terapia en lugar de su problema. Esta forma de relación ligada a una actitud cálida, permisiva y de confianza en la capacidad del individuo, le permite experimentarse, revelarse, hacerse cargo de sí mismo y responsabilizarse de sus propias acciones (Brito & Paiva, 2012). Sin embargo, además de un entorno permisivo en el que la dirección del proceso la da el cliente, es necesario que se disponga de recursos suficientes. Dichos recursos son las actitudes facilitadoras, a saber: consideración positiva incondicional, empatía y congruencia. Las actitudes facilitadoras establecen las bases estructurales de la relación terapéutica y ayudan al cliente en su proceso.
Las premisas básicas elaboradas por Carl Rogers (1978) también se contemplan en la terapia de juego al dar espacio al otro que se presenta ante el niño en una postura que manifiesta: la empatía como el arte de no saber; consideración positiva incondicional como capacidad de respuesta reflexiva; autenticidad como apertura y transparencia (Brito & Freire, 2014). La propuesta de esta relación terapéutica es que el niño / adolescente sea aceptado y comprendido en la expresión de sus sentimientos y pensamientos. Corresponde al terapeuta responder según lo que ha entendido y sintonizar las expresiones para ver las cosas desde el punto de vista del niño o adolescente. Es importante que el niño tenga libertad para experimentar, reconocer y desarrollar sus experiencias y sentimientos personales.
La libertad está esencialmente relacionada con la experiencia, por eso se le llama libertad experiencial. El individuo es psicológicamente libre cuando no se siente obligado a moldear o negar lo que vive para preservar el cariño y la estima de los demás. Al experimentar esta libertad, toma conciencia de lo que se le permite expresar independientemente de su conformidad con las normas sociales y morales que gobiernan su entorno (Rogers & Kinget, 1977).
Volviendo al tema del juego en la relación terapéutica, es importante que el terapeuta desarrolle una mirada atenta a la experiencia del juego, dejando ir la intención de interpretar el fenómeno que ve. Es en el juego donde se proyectarán todas las experiencias cargadas de significados y valores, por lo que el terapeuta no debe insertar ni proponer temas al mundo que presenta el niño. Es decir, el fenómeno del juego debe ser considerado por los sentidos idiosincrásicos de cada niño (Brito & Freire, 2014).
La creatividad, por sí sola, podría afectar significativamente la salud y el desarrollo psicológico, debido al proceso intrínseco de buscar nuevos caminos para comprender y expresarse, en su totalidad. En otras palabras, la creatividad estaría ligada a una experiencia lúdica y esta, a su vez, abarcaría todos los aspectos del trabajo creativo. Así, jugar y hacer arte son procesos del mismo orden que la creación, que despiertan en nosotros poderes creativos y, de esta forma, habilitan la conciencia, dando un nuevo significado a las emociones, comportamientos y elecciones de vida.
LA CREATIVIDAD Y EL ARTE COMO BÚSQUEDA PARA UN FUNCIONAMIENTO SALUDABLE
Todo ser humano tiene potenciales innatos, con tendencia a realizarse instintivamente. Cada individuo está llamado a darse cuenta de las particularidades de su naturaleza, a desarrollar su idiosincrasia, a través de sus poderes creativos. Sin embargo, el individuo es un ser relacional, un ser en proceso de devenir (Bezerra & Bezerra, 2012), que está en constante intercambio creativo con el entorno. De esta forma, la creatividad puede ser la clave de los conflictos intra e interpersonales.
La creatividad humana proviene de la salud. Cuando se satisfacen las necesidades humanas básicas (como la seguridad, la paternidad, el amor, el respeto y la autoestima), las personas sanas se sentirían motivadas para realizar sus habilidades y talentos. Así, la culminación de este proceso sería un funcionamiento más pleno del individuo con el consiguiente aumento de la creatividad (Maslow, 1973 citado por Bilbao & Cury, 2006). En un sentido similar, Rogers (2009) entiende que la creatividad está relacionada con la tendencia actualizante, una fuerza inherente del organismo hacia el crecimiento. Para él, el individuo se vuelve creativo cuando se abre a la experiencia, siendo capaz de experimentar contenidos internos que antes estaban rígidamente negados a la conciencia y eligiendo lidiar libremente con ideas y conceptos.
La terapia Gestalt comparte ideas similares sobre la naturaleza de los procesos creativos y sus impactos psicológicos. La concepción de la creatividad en este enfoque es uno de los recursos fundamentales en el proceso de autorregulación organísmica. El concepto de autorregulación organísmica se define como la forma en que el organismo interactúa con el mundo, con la capacidad de actualizarse (Lima, 2009). Para que se produzca esta actualización, es necesario que el individuo tenga nuevas respuestas a las situaciones que vive en su interacción con el entorno, lo que se denomina ajuste creativo.
El ajuste creativo se refiere a la capacidad del individuo para interactuar con el entorno en el límite de contacto, adaptando, cuando sea necesario, la demanda de necesidades a las posibilidades de servicio del entorno (Frazão, 1999). Es una forma en la que el individuo orienta su vida en la búsqueda de la homeostasis. Sin embargo, el ajuste creativo puede presentarse de formas más saludables o menos saludables (Aguiar, 2014). Lo que diferencia el llamado ajuste creativo saludable del malsano es la forma en que tiene lugar la interacción individuo/mundo, gobernada por el proceso de autorregulación. Esto significa que el ajuste creativo puede entenderse como una expresión de la mejor manera posible para que este individuo se autorregule en el mundo.
A partir de esta premisa de que la creatividad ayuda en el pleno funcionamiento y que a través de actividades de juego y artísticas podemos potenciar este proceso psicológico, concebimos que hay algo que llamaremos “expresión creativa”: una expresión que nos puede llevar a actualizaciones internas - a movimientos hacía un funcionamiento saludable. Definimos aquí la expresión creativa como un fenómeno experiencial de poder de recreación del sí mismo: una forma de dar un nuevo significado a lo que ya tiene significado. En otras palabras, es una resignificación de significados preexistentes; el poder de reelaborarse en busca de nuevas posibilidades, nuevos caminos y posibles cambios concretos.
La expresión creativa permitiría nuevas versiones de sí mismo a través de un ajuste interno, una autorregulación a partir de materiales y recursos lúdicos que se convierten en medios para una expresión del potencial creativo. En otras palabras, al interactuar con estos recursos, el individuo puede expresarse terapéuticamente a través de ellos. Esta expresión se revela como un autoajuste, una resignificación del significado de uno mismo, lo que la convierte en una expresión creativa.
Es en la construcción de una relación con los recursos recreativos y con sus diversas posibilidades que el individuo comienza a percibirse, ajustarse y (re) construirse a partir de materiales que le permiten entrar en contacto consigo mismo, de forma creativa. Así, la expresión creativa permite a las personas reelaborar una nueva percepción de sí mismos y expresarse de diferentes formas a través de estos recursos. Y, a partir de eso, se construyen nuevos caminos para sus preguntas y nuevos sentidos de sí mismo, ajustándose creativamente a sus experiencias.
Los individuos pueden encontrar un camino más congruente y potenciador en la expresión creativa, a medida que se lo permitan, buscando y expresando tales descubrimientos sobre sí mismos a través de recursos o materiales que les ayuden a replantear sus experiencias, transformando su mirada sobre ellos. La idea propuesta es que, a partir de un poder creativo, mediado por recursos externos (autoexpresión creativa), es posible realizar elecciones más satisfactorias (más conscientes y saludables) y, a partir de ello, experimentar el fenómeno del pleno funcionamiento.
La persona en pleno funcionamiento estaría completamente comprometida en el proceso de ser y convertirse en sí misma. Habría confianza en su propio organismo, en su experiencia y en utilizarlos como referentes para guiarla por el camino más adecuado, en cada situación existencial en su confrontación con la vida (Tambara, Freire & Bozarth, 2007). Los autores explican que la persona que experimenta pleno funcionamiento actuaría de acuerdo con su locus interno de evaluación. Esto sucede porque los sentimientos y comportamientos ya no estarían regidos por los juicios y expectativas de los demás, sino apoyados por su propia experiencia. Con una apertura sensible a su mundo y la confianza en su capacidad para construir nuevos caminos relacionales, emergería una vida más creativa en la persona.
En cuanto a la expresión creativa, asumimos que existe la necesidad de que la persona esté abierta y disponible para experimentar este fenómeno. Para que esto suceda, es fundamental que el terapeuta ofrezca un ambiente de aceptación, empatía y transparencia para que, en esta recepción cálida y genuina, la persona-ya sea niño, adolescente o adulto- se sienta lo suficientemente segura como para entregarse a este fenómeno de expresión creativa de sí.
La apertura a la experiencia en los individuos creativos propicia el abanico de elementos imaginativos, sin rigidez perceptiva, en una congruencia entre los aspectos sensoriales y su simbolización en la conciencia (Bilbao & Cury, 2006). Esta vertiente, que parece ser desarrollada por el arte, se referiría a reflexiones sobre aspectos del ser humano sano. Los autores continúan con sus elaboraciones a partir de autores como Rogers y Allen, planteando que el arte sería un medio de autoconocimiento que tiene el propósito de restablecer la conexión del individuo con el aspecto más profundo de sí mismo: el alma. En este sentido, el camino del arte, con coraje y la curiosidad, podría permitir una mayor vivacidad y contacto con las emociones y las intuiciones. Así, el arte permitiría la solución de problemas, el alivio del sufrimiento, el enfrentamiento de las pérdidas y, también, el conocimiento profundo de uno mismo.
Hay que considerar que cualquier recurso lúdico/artístico puede ser un mediador para el despertar de un poder creativo, pero que este es inherente a la esencia humana. La psique no es estática y es en su dinamismo donde se encuentra la fuerza impulsora del desarrollo y la autorrealización. Los aspectos del arte y la alegría realzan este dinamismo psíquico para el crecimiento.
RELATO DE EXPERIENCIA
Es importante aclarar que, en el contexto legal, la intervención del profesional de la psicología va acompañada de un sesgo institucional. En el caso en cuestión, las actuaciones y atribuciones profesionales se basan en el seguimiento jurídico y psicosocial de los niños, niñas y adolescentes que se encuentran en situación de riesgo y vulnerabilidad con procesos judiciales acompañados del Juzgado de la Niñez, además de la asistencia a demandas espontáneas.
Así, la asistencia brindada por la Defensoría Pública no tuvo carácter psicoterapéutico. El objetivo primordial fue ofrecer un espacio seguro, con una escucha suficientemente acogedora para brindar apoyo psicosocial y, de esta manera, realizar un seguimiento institucional más humanizado. La acogida en sí era fundamental, sin embargo, consideramos importante ofrecer un ambiente cálido, con una escucha más sensible, en un intento por brindar una atención cada vez más humanizada.
Es importante destacar que los adolescentes atendidos se encontraban en una institución jurídica, con todas las representaciones y significados que de ella se derivan. En momentos significativos, no tuvieron opción de estar en ese entorno o no debido a las situaciones que los acompañaron. En estas situaciones, se evidenció cierta falta de voz, escucha y autonomía para generar confianza en sí mismos y en los demás. Conmovida por esto, la primera autora eligió darles la bienvenida con más libertad y desprendimiento. No se pretendía (re) producir miradas repetitivas y asignar etiquetas que terminaran construyendo una apariencia de objetivar al otro.
El caso que traemos aquí se trata de una niña de 16 años que presentó un comportamiento violento, autolesivo, con intenciones e intentos suicidas. Desde los 12 años estuvo acompañada de escuelas, hospitales, Juzgado de Niñez y Juventud, Consejo de Tutela, Fiscalía, Adolescentro, instituciones de acogida, entre otras redes. Todos ellos intentaron ayudar no solo en cuestiones legales en cuanto a la inserción en el hogar, ya que la adolescente había pedido ser acogida en una institución de acogida, sino también en ofrecer apoyo para lo que llamaron enfermedad mental y mala conducta.
A menudo asociaban el comportamiento violento de la adolescente Ángel (no es su nombre real) - que provocó sucesivos conflictos con la ley - como una cuestión moral, de mal carácter, desinterés y negligencia hacia el otro. Consecuentemente, Ángel fue constantemente considerada “una causa perdida”, lo que socavó cualquier posibilidad de un intento de acercarse a ella, debido a las actitudes reactivas y en ocasiones violentas de la adolescente. Solo después de otro episodio de intento de suicidio -en el que Ángel se negó con vehemencia a ser ingresada nuevamente en la sala de psiquiatría del Hospital de Base de Brasília- fue nuevamente remitida a la Defensoría Pública para que el Apoyo Psicosocial intentara reestablecer contactar y desarrollar algún tipo de trabajo.
“Así fue como ella vino a mí para comenzar nuestra comunicación y construcción de relaciones. Debido a los innumerables intentos infructuosos de crear vínculos, trabajos y actividades que el adolescente negaba constantemente en diferentes contextos institucionales, se hizo evidente que nuestro proceso y estructuración de vínculos, en sus inicios, fue frágil y desafiante. Sus vivencias anteriores no le permitieron verse como una persona que se conoce y que, al conocerse, es capaz de hacerse responsable de sí misma, como alerta Basaglia (2005, citado por Puchivailo, Silva & Holanda, 2013).
Al inicio de cada servicio, Ángel mostró resistencia y desconfianza. La situación se entendió como parte de sus vivencias, que ella informó como inquietantes. Esto nos lleva a reflexionar sobre la naturaleza de las relaciones institucionales y, sobre todo, humanas, y cómo estas pueden ser apoyadas por quienes reproducen la violencia y el abuso. La resistencia y la desconfianza trajeron la idea de acercarse por un camino diferente al de la comunicación verbal. En el caso específico, se notó que la resistencia de Ángel se manifestó más allá de su silencio. Luego de observar el movimiento psicológico de esta adolescente, consideré llevar toda la dinámica subjetiva de la relación a algo más concreto que el habla, entendiendo que no puede abarcar la naturaleza compleja de la totalidad humana con sus conceptos.
Al permitirme poner otros recursos a disposición de Ángel, además de mi actitud empática y aceptación incondicional, me encontré siendo congruente, siendo yo misma en la relación. Me permití ser transparente sobre mis intenciones para brindar un espacio con diferentes posibilidades para construir nuestra relación. Sin embargo, el estado de congruencia estuvo presente en todo momento cuando experimenté lo que fluía internamente de manera abierta y transparente (Rogers, 1978). Porque al igual que ella, también me encontré con miedos, dudas y tantos otros sentimientos que surgieron en la relación.
Así, en una actitud amigable, interesada y receptiva -basada en un enfoque humanista como mi pilar de acción- puse a disposición recursos lúdicos y materiales variados, con la intención de que ella se sintiera más cómoda expresándose en ese entorno institucional. Lo que me llevó a desarrollar un trabajo con actividades que involucraron recursos que ofrecían otras posibilidades de expresión. Los recursos disponibles fueron juegos, papel de diferentes tamaños, lápices de colores, bolígrafos, pinceles, pinturas, plastilina, arcilla, materiales de crochet, materiales de joyería, etc.” (Raíssa Fernanda Ferreira Guedes)
Durante las reuniones, que se desarrollaron semanalmente durante dos horas, no hubo preguntas de ningún tipo; en consecuencia, estaban llenos de presencia genuina. Esta actitud de no plantear preguntas y de respetar la individualidad y el espacio de Ángel incondicionalmente se refiere a la segunda actitud facilitadora de cambio y crecimiento que explica Rogers en sus supuestos básicos, la consideración positiva incondicional.
La actitud de aceptación, consideración y atención proporciona un clima psicológico que facilita el movimiento y el cambio terapéutico (Rogers, 1978). Cada vez que el cliente puede experimentar en la relación terapéutica la aceptación positiva de quién es en ese momento, sin el juicio, control o manipulación del terapeuta, es más probable que ocurra un cambio de personalidad constructivo.
En cada encuentro, los recursos lúdicos/artísticos demostraron ser muy poderosos y transformadores, revelándose como importantes aliados para brindarle a Ángel momentos de simbolización de su dolor. Los recursos también proporcionaron la construcción de un sentido adecuado y genuino con sus preguntas, ya fueran relacionadas con conductas autolesivas o incluso con sus relaciones interpersonales.
La escucha sensible y disponible, aunque no psicoterapéutica, junto con los recursos arteterapéuticos demostraron ser una base durante el proceso de acogida en la estructuración de los recursos internos del adolescente. Recordando que no le corresponde al profesional de la psicología insertado en el ámbito jurídico realizar la psicoterapia, sino con actitudes acogedoras, ofreciendo apoyo, orientación y derivaciones necesarias. Esta actitud de acogida, sin enmarcar a la persona en una categoría psicopatológica, permitió a la adolescente tener la legitimidad de sus necesidades y sufrimientos y, así, crear suficiente autonomía para construir un sentido y significado de sus propias vivencias.
Por tanto, las actitudes facilitadoras resultaron no solo importantes, sino completamente necesarias independientemente del contexto en el que se inserten los profesionales. Estas premisas aceptantes tienen como esencia la valoración y reconocimiento de cada ser humano en su idiosincrasia y su forma única de sentir y expresar su vivencia, vivencias de salud y enfermedad, sufrimiento o plenitud.
UN DIALOGO ENTRE LA EXPRESIÓN CREATIVA Y EL ECP EN UN RELATO DE EXPERIENCIA
Durante el proceso de redacción de este artículo, nos sorprendió un mensaje enviado por Ángel en la red social WhatsApp. En él, la adolescente contó el significado personal de su experiencia en las reuniones en la Defensoría Pública. Este movimiento genuino y congruente por parte de la adolescente trajo fuertes reflexiones sobre las relaciones humanas y los encuentros artísticos expresivos y sus importantes consecuencias. Creemos que es importante traer extractos de este mensaje que se articulen con la teoría y propuesta de la actividad de expresión creativa:
“[…] Fui a la oficina de la defensa y te conocí con el abrazo más acogedor del mundo, no sé si alguna vez sentiste la sensación de que estabas en el lugar correcto, en el momento correcto, porque eso es lo que sentí, y fuimos al "cuarto de los juguetes ... y allí sucedió la arteterapia, para mí un momento mágico de hablar, de acoger la comprensión y la escucha, un lugar sin juzgar, sin dedos puntiagudos, sin recelos ni miedos [...]” (sic)
Por encima de teorías, conceptos, técnicas o intervenciones psicológicas, este discurso enfatiza la importancia de que nosotros, como seres humanos, establezcamos relaciones afectivas, comprensivas y con intercambios significativos como condiciones existenciales necesarias. Las relaciones humanas nos brindan posibilidades de abrirnos a nuevas formas de entender el mundo y a sí mismo, permitiéndonos una nueva mirada a cada experiencia relacional. Como explica Ángel en su afán por dar un nuevo significado a las relaciones previamente constituidas: “Ir a la defensa para mí ya no era un lastre, era lo que hacía que mi semana valiera”.
La apertura a la experiencia de construir una nueva relación se reveló en la capacidad de Ángel para liberarse de las maniobras defensivas que le dificultaban percibir plenamente la experiencia tal como es. Sin embargo, las dificultades de la adolescente para abrirse, confiar y entregarse en su proceso correspondieron a la construcción de una mirada externa que denotaba invalidarla como ser humano. Ante esta visión externa de sí misma, Ángel rechazó una autoimagen de valor, sometiéndose a las más diversas interpretaciones externas del fenómeno por el que atravesaba. Esto generó sentimientos de angustia y sufrimiento que la llevaron a un concepto empobrecido de sí misma. Estos sentimientos de inutilidad provocaron una no-aceptación de sus vivencias presentes, intensificando el proceso de incongruencia entre su percepción de sí misma y su realidad vivida en ese momento.
Vale la pena considerar aquí que el proceso de apertura a la experiencia y disponibilidad del adolescente se llevó a cabo de manera paulatina, durante cada encuentro, libre de presiones e imposiciones. En cada encuentro, experimentó autonomía y libertad desde que decidió qué recurso expresivo utilizar, a través de la elección de cómo expresarse a través del recurso elegido, hasta la forma en que se constituiría la relación.
La libertad y autonomía sentida y experimentada por Ángel no solo correspondería a la postura terapéutica de adoptar actitudes facilitadoras. También tuvieron lugar en la forma en que experimentó al poder caminar por diferentes posibilidades creativas y encontrar, por sí misma, el camino expresivo que mejor simbolizaba sus necesidades del momento a partir de la expresión creativa. Es importante señalar que el recurso expresivo fue elegido por Ángel, pero que la actividad lúdica fue realizada por ambas partes, reconociendo que ella no estuvo sola en ningún momento de su proceso.
Volviendo a la primera parte del discurso de Ángel, se hace más clara la importancia de las actitudes terapéuticas en el Enfoque Centrado en la Persona. Es a partir de ellos que se crean y estructuran relaciones terapéuticas, capaces de facilitar el crecimiento, el desarrollo integral y poderoso de la naturaleza del individuo. Este crecimiento, esta fuerza impulsora inherente a la naturaleza humana, se llama tendencia actualizante.
La tendencia de actualización es el proceso direccional que caracteriza la naturaleza misma de la vida, que representa su flujo natural de movimiento. Por tanto, está presente en las acciones de cada individuo. La tendencia de actualización puede verse obstaculizada, frustrada o distorsionada, pero cuando se destruye, el organismo también se destruye (Tambara, Freire & Bozarth, 2007). En las consultas, el movimiento y la presencia de la tendencia de actualización se notó no solo en los contenidos, comportamientos y actitudes de la adolescente, sino, sobre todo, en sus elecciones. Ángel era palpitante, intensa, vigorosa y potencialmente rebelde en sus anhelos. Sus aspectos psicológicos fueron capaces de trasladar el flujo de direcciones en busca de crecimiento, aunque, en ocasiones, esta fuerza pulsante se presentaba en un aspecto autodestructivo.
Según Tambara, Freire y Bozarth (2007), todo ser humano tiene fuerzas de crecimiento, integración y socialización que están presentes, aunque también estén presentes actitudes y comportamientos destructivos o antisociales. Para estos autores, lo que sucede en casos como éste es que la tendencia de actualización del individuo tuvo su expresión entorpecida o distorsionada por las condiciones desfavorables de su existencia:
“El deseo básico de todo individuo es siempre buscar el crecimiento, el desarrollo de su potencial y la integración con otros seres humanos. La motivación básica de todas las acciones humanas es siempre buscar más vida. Detrás de los gestos destructivos, antisociales e irracionales, sigue presente este anhelo de vida y crecimiento, aunque de forma distorsionada e irreconocible” (p. 50).
Los mismos autores dan un ejemplo de este tipo de distorsión en la expresión de la tendencia actualizante encontrada en el caso mencionado: el intento de suicidio. Incluso si se mira a esta persona como alguien que tiene un fuerte impulso autodestructivo, que actúa sobre un impulso irresistible de muerte, este impulso autodestructivo resulta ser, de hecho, un impulso a la vida. De una vida con afecto, con comprensión, con intercambios significativos con otros seres humanos, una vida con crecimiento y desarrollo de su potencial. Un anhelo de afecto, comprensión e intercambios significativos explicado por Ángel en este extracto, justo después de uno de los numerosos intentos de suicidio:
“[...] yo había salido de un hospital donde pensaba que todo se había perdido, donde no sabía ni cómo explicar lo que estaba sintiendo y me duele, me duele querer esperar que todo pase y yo No pude ... Recuerdo que estaba muy triste, y tú apareciste, y tu entrada en mi vida tuvo un gran impacto, un gran impacto, hermoso […]”. (sic)
Una vida que podría ser vivida por una persona que vivió una relación terapéutica en la que se sintió incondicionalmente aceptado y empáticamente comprendido y que, en última instancia, este deseo autodestructivo se reveló como un deseo de vida y no de muerte:
“Aprendí que la vida realmente vale la pena cuando nos tomamos de la mano, cuando nos escuchamos, cuando nos abrazamos, cuando en medio de millones de cosas todavía hay alguien que cree en ti”. (sic)
La necesidad de una mirada positiva incondicional es evidente en este discurso, que, al comenzar desde fuera del individuo, poco a poco, se convierte en una consideración positiva por sí mismo. Cuando Ángel se dio cuenta de su sensación de ser aceptada y confirmada por otro, se aceptó a sí misma para seguir su curso de autorrealización. El concepto de la noción de yo - también llamado yo - es la percepción de uno mismo y de la realidad por parte de la persona, forjada desde la infancia, a través de la valoración organísmica. Es un proceso de evaluación del mundo y de uno mismo, positiva o negativamente, en base a las percepciones de cada experiencia que provoca sensaciones motoras y psicológicas y en base a estas percepciones construimos la forma de vivir tales eventos, formando la noción de uno mismo o de el yo:
“[...] es una estructura, es decir, un conjunto organizado y cambiante de percepciones relativas al individuo. Como ejemplo de estas percepciones podemos mencionar: las características, atributos, cualidades y defectos, capacidades y límites, valores y relaciones que el individuo reconoce como descriptivos de sí mismo y que percibe como constitutivos de su identidad. Esta estructura perceptiva es, por supuesto, parte - y parte central - de la estructura perceptiva total que abarca todas las experiencias del individuo en cada momento de su existencia." (Rogers y Kinget, 1977, p. 44)
Considerando que la noción de yo engloba todas las vivencias de la persona en cada momento de su existencia, el adolescente que antes estaba alienado de las experiencias globales del yo, como se explica en el siguiente extracto: "Ni siquiera supe explicar qué estaba sintiendo ... intentaba explicar todo lo que estaba pasando y no lo conseguí” (sic), ahora parece experimentar estas experiencias al percibir y buscar una nueva comprensión de sí mismo, es decir, de su sentido de sí mismo. Con mayor congruencia y grado de autoconciencia, en su autorrealización encuentra en sí misma una persona que funciona plenamente: “... se puede luchar después de una derrota y está bien no estar bien” (sic).
Una de las expresiones creativas más buscadas por Ángel para expresarse en las reuniones fueron los dibujos, a menudo autorretratos, que dieron como resultado diálogos de comprensión y autopercepción, así como el deseo de resignificarse a sí misma. Sobre la postura de acogida en relación con estas dinámicas artísticas, no hubo ningún tipo de análisis o interpretación profesional relevante a las actividades en expresión creativa. El significado de cada experiencia, vivida por Ángel, se contemplaba en los cambios perceptibles en la forma en que dirigía la mirada hacia sí misma, en cómo se percibía a sí misma como una persona con posibilidades.
En este flujo de transformación en cómo se veía y se percibía a sí misma durante las reuniones, Ángel demostró su naturaleza procedimental - en el constante proceso de devenir- en la fluidez de sentimientos y comportamientos que gradualmente emergieron en ella. Al establecer una relación significativa en su experiencia en expresión creativa y con la terapeuta, construyó nuevas posibilidades para las relaciones intrapersonales e interpersonales. Esta nueva mirada a sí mismos y al mundo se produjo en el proceso de comprensión genuina de sus vivencias personales, al experimentar tales contenidos en el encuentro terapéutico de la expresión creativa.
Al abordar sus contenidos internos subyacentes con recursos creativos, Ángel estaba demostrando estar en relación con dichos contenidos de una manera más fluida y espontánea, con expresiones de sentimientos y conductas menos rígidas.
“[...] me ayudaste a limpiar todo este lío que había en mi vida y estoy agradecida por la paz que me trajiste, y no siempre fueron flores, hubo momentos en que pensé en darme por vencida […]” (sic).
Una manera progresiva de percibir y organizarse en sus vivencias, despertando a la capacidad natural del ser humano para entenderse a sí mismo y buscar una forma de funcionamiento más satisfactoria y, en consecuencia, más creativa.
La tendencia de actualización genera fuerza para que la percepción del yo se dirija potencialmente hacia ella. Como se dijo, el concepto de sí mismo es la percepción de sí mismo y la realidad de cada persona que, durante los encuentros terapéuticos, puede iniciar su proceso de pleno funcionamiento y, así, comenzar a vivir sus vivencias, vivencias relacionadas con su yo de manera auténtica. y con mayor amplitud de conciencia sobre ti. Al estar abierta a nuevas construcciones y percepciones de sí mismo, sin negar su experiencia existencial - su experiencia integral - la persona se convierte en parte inherente y consciente de un proceso constante de experiencia organísmica: "Tengo una vida muy convulsa, pero también llena de alegrías "(sic).
CONSIDERACIONES FINALES
El Enfoque Centrado en la Persona se ubica en el área humanista de la Psicología, que considera a la persona con potencial natural para el desarrollo de sí mismo en base a sus vivencias. Con esto, fue posible comprender la importancia de vivir las relaciones humanas basadas en actitudes empáticas y cálidas que permitan el desarrollo personal y fomenten una vida más congruente.
Mirar a Ángel como una Persona en su proceso de vida facilitó su propia comprensión y comprensión en su capacidad de autonomía para reconstruirse a sí mismo como un ser integral en la aceptación de su propio proceso experiencial. Comenzó a darse cuenta de que era capaz de actuar de manera integrada en la búsqueda de un concepto real de sí misma, refutando la marginación e inferioridad tan comúnmente utilizada por una visión externa banal y en ocasiones errónea de la realidad que ella misma vivía.
Dada esta perspectiva relacional, las experiencias aquí reportadas apuntan a una consideración de la creatividad como componente de la salud y la práctica del trabajo artístico como facilitadora del desarrollo psicológico. Abrir perspectivas para nuevos estudios sobre la “expresión creativa” asociada a las relaciones terapéuticas, ya sea en cualquier contexto de acción, como práctica que puede ayudar a las personas a construir una relación intrapersonal e interpersonal en continua resignificación de sí mismos y del mundo que los rodea.
Buscamos desarrollar un nuevo concepto, “expresión creativa”, como un intento de delinear la importancia de utilizar recursos creativos correlacionados con una relación terapéutica efectiva para potenciar el proceso psicológico, ya sea a nivel individual o grupal.
Esperamos contribuir a la formación de nuevos psicólogos profesionales que tengan como objetivo trabajar en el área de la Psicología Humanista en el Enfoque Centrado en la Persona, así como fomentar la producción científica en esta interfaz entre la ECP y los procesos creativos.
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