Enfoque Centrado en la Persona y Feminismo, Revista Espacio ECP, 6(1), 150-179, 2025
Enfoque Centrado en la Persona y Feminismo, Revista Espacio ECP, 6(1), 150-179, 2025
RELATOS DE FORMACIÓN PERSONAL-ACADÉMICA: EXPERIENCIAS Y REFLEXIONES DESDE EL ENFOQUE CENTRADO EN LA PERSONA Y EL FEMINISMO
ACADEMIC-PERSONAL TRAINING NARRATIVES: EXPERIENCES AND REFLECTIONS FROM PERSON-CENTERED APPROACH AND FEMINISM
Clarisse Tishman Alatriste¹
Universidad Iberoamericana de Puebla, México
https://orcid.org/0009-0004-2872-0314
María Kenia Porras Oropeza²
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), México
RESUMEN
Desde la perspectiva del Enfoque Centrado en la Persona se asume que la causa más profunda de sufrimiento en una persona es vivirse distinta a quien realmente es, lo cual tiende a suceder cuando se elige -de manera consciente o inconsciente- alejarse del sí mismo auténtico. Tal es el caso de las mujeres, quienes al ser socializadas para asumir los mandatos de género como si fuese lo natural de su sexo-género, tienen dificultad para elaborar una sí misma o self a partir de un marco de referencia interno. Para comprenderlo, es necesario revisar las experiencias personales de las mujeres, analizar las diversas formas en que las dinámicas de género limitan el desarrollo de la valoración positiva incondicional de sí mismas y restringen el acceso a la conciencia de sentires y pensamientos que no son congruentes con el concepto de sí elaborado desde un marco de referencia hegemónico y patriarcal. Por lo que el propósito de este artículo es presentar experiencias y reflexiones personales-académicas derivadas de procesos de integración desde la perspectiva centrada en la persona y el feminismo como un punto de partida, ya que ambas miradas sugieren aproximarse a la experiencia personal para conocer las problemáticas que viven las personas y cuestionar los mandatos de género.
Palabras clave: persona, feminista, mandatos, género, actitudes básicas.
ABSTRACT
From the perspective of the Person-Centered Approach, it is assumed that the deepest cause of suffering in a person is experiencing themselves as different from who they really are, which tends to happen when they choose - consciously or unconsciously - to distance themselves from their authentic self. Such is the case of women, who, being socialized to assume gender mandates as if it were natural to their sex-gender, have difficulty developing a self from an internal frame of reference. To understand this, it is necessary to review the personal experiences of women, analyze the various ways in which gender dynamics limit the development of unconditional positive self-regard and restrict access to awareness of feelings and thoughts that are not congruent with the concept of self-developed from a hegemonic and patriarchal frame of reference. Therefore, the purpose of this article is to present personal-academic experiences and reflections derived from integration processes from the perspective centered on the person and feminism, as a starting point since both perspectives suggest approaching personal experience to know the problems that people experience and question gender mandates.
Key words: person, feminist, mandate, gender, basic attitudes.
INTRODUCCIÓN
Este artículo es resultado de encontrarnos y coincidir en temas de Feminismo, Enfoque Centrado en la Persona (ECP) y Desarrollo Humano (DH) hace unos nueve meses. Nos hemos escuchado en sentires y reflexiones. Hemos resonado en nuestras voces y en las ganas de seguir aprendiendo sobre estos temas y sobre nosotras mismas. Nos sentimos acompañadas y decidimos crear juntas este documento para compartir nuestra experiencia y comprendernos en nuestras realidades, únicas y maravillosas con todos sus matices. Como dice Rogers (1991), no necesitamos una realidad sino comprender las de otras personas y la propia. Nos conocimos y sintonizamos en un ámbito universitario, académico y formal. Ahora andamos en lo personal. Coincidimos en nuestras ganas de escribir y de saldar nuestra deuda en la difusión del trabajo que tan amorosamente realizamos en las universidades a las que pertenecemos. De esta manera, el propósito de este trabajo es compartir experiencias y reflexiones resultado de nuestros encuentros personales y académicos con la conciencia de género y de opresión en nuestras vidas.
Las experiencias por compartir surgen del encuentro personal con el feminismo, el cual posibilita un proceso de toma de conciencia acerca de las diversas formas en que somos mujeres. Asumir el feminismo implica un despertar que invita a las mujeres a tomar conciencia de una realidad que ha sido invisibilizada. Adoptar la mirada feminista nos permite la acción simbólica de remover el velo de la inconsciencia y la ignorancia posibilitando el conocer y comprender las diversas formas en que los mandatos de género inciden en nuestras vidas. Desarrollar la conciencia de género feminista promueve en las mujeres el acercamiento a un yo más auténtico mediante la deconstrucción de un concepto del yo rígido -creado desde un marco de referencia patriarcal- que tiende a limitar la actualización de las diversas potencialidades. Volverse feminista supone una transformación profunda y frecuentemente dolorosa, pero profundamente valiosa ya que facilita en las mujeres vincularse con su meta vital, lo que Rogers (2009) señala como el objetivo más deseable para toda persona -aquello que se persigue a sabiendas o inconscientemente-, el llegar a ser sí misma.
Así, decidimos presentar este texto considerando que aborda temas de gran relevancia para el campo de la psicología, particularmente para la tradición existencial humanista, así como para el desarrollo humano y los estudios de género, ya que ofrecemos una perspectiva innovadora para comprender cómo las mujeres somos socializadas bajo mandatos de género y nos enfrentamos a desarrollar una noción de nosotras mismas limitada. Además, este trabajo aporta conocimiento sobre las formas en que las dinámicas de género obstaculizan la valoración positiva incondicional de nosotras mismas y sobre las barreras que nos impiden acceder a una conciencia plena alejada de los marcos de referencia hegemónicos y patriarcales.
Con este texto queremos mostrarnos a nosotras mismas y a otras mujeres investigadoras que es posible combinar los relatos personales con el análisis académico como una forma válida para generar conocimientos desde las experiencias, lo que permite hacer reflexiones críticas para cuestionar y desafiar los mandatos de género.
La integración del ECP y los feminismos que esbozamos en este artículo permite a dichas perspectivas nutrirse recíprocamente, esto es visibilizar los sesgos de género que aún requieren ser reconocidos e investigados para una mayor comprensión y cuestionamiento de los mandatos de género en el trabajo centrado en la persona, así como al feminismo valerse de las metodologías del ECP para facilitar los procesos de conciencia de género desde una sensibilización y transformación que tenga como punto de partida la valoración de las experiencias de las mujeres y los desafíos que implica para cada una de ellas.
CONTEXTUALIZACIÓN TEÓRICA
Desde la mirada del área de Desarrollo Humano creado por Juan Lafarga en México, se busca crear espacios donde se promueva el crecimiento personal a través del desarrollo de la conciencia, la autodeterminación, la autoestima y el autoconocimiento, mediante procesos de facilitación realizados desde el Enfoque Centrado en la Persona (Lafarga, 2015). Para lograr lo anterior, es necesario conocer la forma en que el entorno sociocultural incide en la dimensión íntima de las personas; de tal forma que cuando se trabaja con mujeres, resulta esencial comprender que gran parte de la problemática que estas experimentan, no surge de su dimensión íntima, sino de los contextos que las socializan. Proctor (2008) señala que, para empatizar de manera profunda en una relación de ayuda, es indispensable tomar en cuenta las diversas formas en que los mensajes de género inciden en la estructuración de la subjetividad.
La Teoría Feminista aporta a lo anterior al evidenciar que las mujeres viviendo bajo sistemas patriarcales desarrollan una percepción de sí mismas basada en el imaginario social y los mandatos de género, lo cual las previene de conectar con su dimensión íntima para identificar y atender los impulsos y necesidades de su organismo, sin acceso a un marco de referencia interno que las guíe. Debido a que la gran mayoría de las mujeres no son conscientes de lo anterior, su posibilidad para desarrollar la autenticidad y la congruencia se ve restringida y la tendencia hacia la actualización de sus potencialidades queda bloqueada. Por ello es necesario desarrollar lo que llamamos sensibilización de género feminista y crear espacios de facilitación centrados en las mujeres, donde se integre la mirada del ECP y la perspectiva de género feminista (Porras, 2021).
Por otro lado, el Enfoque Centrado en la Persona puede ser entendido además como una perspectiva de la psicología existencial humanista en el ámbito académico, es decir, como una tradición de la psicología incluida en el plan de estudios de la UNAM, al lado de otras tradiciones como la conductual, interconductual y cognitivo conductual, el psicoanálisis y la teoría social, la cognoscitiva, la sociocultural y de la actividad y la complejidad y transdisciplina (FES Iztacala, 2023). Desde el ECP el centro de valoración positiva e incondicional que permite el desarrollo y crecimiento es la propia persona en las relaciones que mantiene con otras personas y consigo misma.
Particularmente, para el trabajo con mujeres, el Enfoque Centrado en la Persona implica considerarnos como subjetividades con género y con una dimensión política que influye en el desarrollo que podemos alcanzar en los contextos en los que vivimos, esto es, una perspectiva de género feminista (Porras, 2021). Esto implica pensar que convertirse en persona, es un proceso diferenciado corporal y socialmente para las mujeres, los hombres y las personas intersexuales, ya que el mundo está organizado histórica y socialmente por sistemas de opresión que se cruzan y que tienen como punto de partida marcadores personales-sociales como el sexo-género, la raza y la clase social a la que pertenecemos.
De esta manera, los dos apartados siguientes son relatos de nuestra experiencia personal-académica en la que nos hicimos feministas y nos convertimos en mujeres conscientes y más libres, con resistencias frente al mundo patriarcal que compartidas nos permiten ampliar nuestra conciencia de género y de opresión para seguir creciendo juntas en el siglo XXI. Las dos nacimos en el siglo XX y estamos viviendo cada una a su modo los cambios generacionales alrededor del feminismo y el ECP. El primer relato es de Kenia de 47 años, sin hijas/os por elección, casada hace cuatro años con un hombre divorciado que tiene dos hijas, académica desde hace 20 años, recientemente bautizada como “investigadora”, de piel morena y condición socioeconómica “estable”. El segundo relato es de Clarisse, de 54 años, casada por casi 30 años y madre de dos hijas y un hijo, docente, tallerista, investigadora, feminista, promotora de los valores del Desarrollo Humano y de los derechos de los animales.
En los relatos presentamos nuestras experiencias y reflexiones personales-académicas derivadas de los procesos de integración que hemos hecho del ECP y el feminismo hasta el momento.
SABERES FEMINISTAS CENTRADOS EN LA PERSONA: UNA GENEALOGÍA
¿Cómo llegué al Enfoque Centrado en la Persona y la perspectiva de género feminista? La respuesta es larga y la resumiré en los encuentros que tuve con mujeres desobedientes y en resistencia constante, frente a lo que ahora nombramos sistema patriarcal, es decir, frente al modo capitalista y basado en los pactos entre hombres blancos (pacto patriarcal) que se benefician y explotan el trabajo reproductivo y productivo de las mujeres. Regresando a mí, lo que quiero expresar es que me volví feminista con mi propia historia, como dice Marcela Lagarde (2005), a través de mis experiencias y vivencias personales de rebeldía y resistencia a la cultura de género.
El primer encuentro que tuve fue con mi madre de nombre Graciela Oropeza Camacho. Conforme fui creciendo empecé a comprender que ella constantemente estaba diciendo que no a la sumisión y violencia que conoció desde niña. Siempre con consejos amorosos sobre cómo cuidarse en la calle, al salir con novios, al irme de “pinta”. Siempre con palabras sobre la libertad económica y emocional para no atarme a ningún hombre. Ella me dijo claramente una vez: “Siempre tienes que llevar dinero para pagar lo que te pidas cuando salgas con un muchacho para que te puedas ir si algo no te gusta, para que puedas llegar a la casa sin depender de nadie”. Yo no sabía que ese consejo era un regalo de seguridad, confianza y libertad. Siempre pude contar con ella, con su apoyo y amor. Así fue hasta su último suspiro hace un par de años.
Con el tiempo comprendí que la voz de mi madre era también de mi abuela llamada Guadalupe Camacho Hidalgo. A ella no la veía mucho, pero desde niña me resonaron sus palabras: “Si te dan, agarra, si te pegan corre”. Aún vive, sobrevivió a la violencia que vivió, al matrimonio forzado, al COVID y a la muerte de mi madre. Huir de la violencia, dejarla atrás y alejarme lo escuché fuerte y claro de ambas. Ahora comprendo que las experiencias de mi madre y mi abuela antes de mí y conmigo, son mis raíces de resistencia y de lucha feminista, son la genealogía femenina (De León y López, 2010) que me construye, son las historias no oficiales, no reconocidas de rebeldía de las mujeres, que sumadas a los poderes y saberes de las feministas oficiales y reconocidas que he leído, es decir, la genealogía feminista (De León y López, 2010), me dan fuerza y claridad, me permiten comprender mi presente y soñar un futuro feminista para mí y para las mujeres con quienes me encuentro en la vida.
En mis primeros años de juventud, la resistencia a depender de los hombres y a servirles, la propuso mi mamá y yo me encargué de hacerla valer. Ahí empezaron las primeras confrontaciones con el sistema patriarcal que en cualquier espacio fuera de la casa me demandaba hacerlo. Aprendí a usar mi voz, aunque me temblara y no pudiera evitar llorar al reclamar o hacerla valer. Ya me estaba transformando y vivía un mundo en el que mi hermano tenía privilegios que yo no. Él podía emborracharse, no regresar a casa a dormir, salir con sus amigos, pensar en ir a la universidad y cosas así. Yo cada vez me inconformaba más y descubrí que fuera de la casa y de mi familia, había un montón de mujeres haciendo de todo, aunque fueran juzgadas.
Aprendí a resistir como lo hacían otras mujeres, me dejó de importar lo que dijeran de mí. Y entonces me volví “dura” y distante. Logré llegar a la universidad, aunque la consigna familiar fue que mi mamá pagaría todos los gastos que implicaba porque para mi papá era “dinero echado a la basura”, me encontraría un novio que me embarazara y “con suerte” me casaría. No fue así, me casé a los 40 años, durante la pandemia por COVID-19. De forma paralela fui parte del mundo patriarcal aliándome con mis compañeros universitarios que me permitían entrar a sus territorios porque no era “como las demás mujeres”. Fui una fiel representante de la misoginia internalizada (Gaviola, 2018), me hacía un lugar descalificando y despreciando a otras mujeres. Más adelante, con el paso del tiempo, unas dosis de Enfoque Centrado en la Persona (ECP) y feminismo empecé a luchar contra ese mundo y volví a estar de mi lado, con mis compañeras, del lado de nosotras.
Volviendo al pasado, ubico mi conversión paulatina al feminismo cuando estaba saliendo de la carrera. Estudié psicología y al hacer mi servicio social llegué a la Fundación Mexicana de lucha contra el SIDA, ahí mi cabeza y mi corazón se abrieron a la diversidad sexo-genérica y leí El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir (2015). Entendí que no nací mujer, me hice una. De ahí pasé a la teoría Queer, leí a Judith Butler (2016), entendí que el género era una categoría analítica, dinámica, que se podía hacer y deshacer en actos performativos, no comprendía la profundidad que esas afirmaciones tenían, pero me impulsaron a buscar y cuestionar el mundo que me rodeaba y me daba la bienvenida como mujer adulta. Seguí leyendo y buscando espacios sociales dónde la diversidad sexo-genérica me retaba a comprenderla, a validarla y a quererla.
De forma paralela, estaba aprendiendo en la universidad que existía el humanismo, que era una corriente de la psicología que se trataba de aprender sobre mí misma. Ahí conocí a Leticia Maldonado Durán, Gabriela Delgado Sandoval y María Elena Martínez Chilpa, quienes retando al Conductismo en la Facultad de Estudios Superiores Iztacala (FESI) de la Universidad Nacional Autónoma de México, sentaron las bases del ECP, lo que nos trajo como hito la inclusión de la psicología existencial humanista al más reciente plan de estudios de la carrera de psicología en el 2019.
A mediados de mis años veinte, ya no creía en el amor romántico y cuestionaba los mandatos de género alrededor de la maternidad y la vida laboral. Desde entonces he querido que la perspectiva de género sea una experiencia en mi vida cotidiana, le he apostado a ser congruente y llevar lo que sigo aprendiendo en la universidad a mi vida. Aún quiero vivir la libertad y la responsabilidad de ser una mujer, de ser yo misma, de irme desatando de los roles de género que me fui imponiendo sin darme cuenta. La conciencia de ser oprimida, no sólo por el sistema sexo-género, sino por mi condición de clase y mi color de piel, la fui construyendo y fue más clara cuando empecé a desarrollarme laboralmente.
Por esos tiempos decidí ser psicoterapeuta y cursé el Diploma de Psicoterapeutas desde el Enfoque Centrado en la Persona (en adelante ECP), una mirada hacia adentro para comprenderme a mí misma y lo que me sucedía en las relaciones con otras personas. Ahí me descubrí dudando de mi misma, de mis capacidades, me enfrenté a voces patriarcales internas y externas para convertirme en persona, pero no en cualquier persona, sino en una con poder. No sé bien cómo llegó a mí El poder de la persona de Carl Rogers (1980). Ahí se abrió el mundo del lenguaje no sexista para mí en la primera página como Una nota especial:
He estado muy desconcertado por el problema de los pronombres, o, más exactamente, por la discusión si usar “él” o “ella”. Simpatizo completamente con la idea de que las mujeres son sutilmente devaluadas por el uso del pronombre masculino cuando se habla en general de un miembro de la especie humana. Por otro lado, a mí me gusta escribir en un estilo enérgico, y poner él/ella a la mitad de una oración a menudo destruye su impacto. No creo que se encuentre ninguna solución satisfactoria hasta que exista una forma aceptable de pronombres no sexuales.
Yo he escogido manejar el problema de la siguiente manera: en un capítulo todas las referencias generales a un miembro de nuestra especie serán puestas en femenino y en el capítulo siguiente en masculino. Así pues, en el capítulo primero se usan pronombres femeninos cuando se trata de una referencia general, en el segundo capítulo se usan pronombres masculinos en las mismas circunstancias, y se continúan alternando en el resto del libro. Esta es la mejor solución que pude encontrar que sirva a mis dos propósitos: el trato igualitario y mi deseo de energía en el estilo (Rogers, 1980, p. IX).
Así, descubrí que además de hablar en primera persona desde el ECP, podía hacerlo en femenino. Me sentí reconocida y validada por primera vez en un libro de psicología. Podía leer en femenino sobre ser terapeuta, sobre las actitudes básicas para el cambio personal, hacerlo transformó mi mundo interno y el externo. Ahí aprendí que las relaciones interpersonales tienen una dimensión política, es decir, que en ellas se puede ejercer control y poder, que las personas “...desean, intentan obtener, poseen, se someten, comparten el poder y el control sobre otra persona, sobre sí mismas o sobre ambas” (Rogers, 1980, p. 2).
De este modo comprendí la política interpersonal del ECP: es un enfoque liberador, emancipador, tiene efectos políticos. Es un posicionamiento de crecimiento psicológico-colectivo que no quita nunca el poder a la persona para ayudarle en los momentos de desajuste o desorganización personal, se confía plena y radicalmente en su tendencia actualizante desde la aceptación positiva incondicional. De esta manera, se participa en el proceso de liberación y crecimiento de la persona en busca de ayuda al acompañarle en comprenderse a sí misma. El ECP es una filosofía democrática en la que el poder descansa en la persona cuando se trata de la psicoterapia individual y en el grupo cuando se trata de cualquier forma de intervención grupal, ya sea un grupo de psicoterapia, de crecimiento, talleres vivenciales (Gómez del Campo, 2019), microtalleres (Delgado, García, Hernández, Rivero. y Porras, 2019), círculos de aprendizaje interpersonal (Michel, 2009), etcétera.
Más adelante, ya entrando a mis treintas, comprendí que tenía derecho a ser yo misma como escribió Natalie Rogers (1989), que la libertad se trataba no sólo de un asunto psicológico y clínico, sino que la autenticidad tenía una dimensión social y política. Que vivir libre y auténticamente siendo mujer era una lucha que valía la pena ser vivida. Que como mujeres tenemos derechos a ser humanas, a ser nosotras mismas, a ser escuchadas, a ser nombradas, a ser validadas, a ser cuidadas y a ser visibles (Porras, 2023).
Luego estudié en el Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) de la Ciudad Universitaria porque quería aprender en “otras tierras” lo que se pensaba y hacía. Después de eso volvía a “casa” e ingresé al Programa Institucional de Estudios de Género (PIEG) de la FESI. Ahí empecé a llevar a la universidad mi vida feminista y a incorporar en mi trabajo académico la perspectiva de género. Aprendí de Alba Luz Robles Mendoza a trabajar en equipo con otras académicas, no solo de psicología sino de medicina, biología y enfermería. Sigo aprendiendo de ella ahora.
Ha sido doloroso y atemorizante -a veces lo sigue siendo- reconocer el machismo, el sexismo y androcentrismo a mi alrededor, en vida personal y en el mundo universitario; pero el feminismo me ha dado amigas acompañantes y valientes para afrontarlo y seguir con todo y miedo. Me trajo amigas feministas y humanistas. No estamos solas en nuestras luchas internas y externas. Cuando me refiero a las internas pienso en Stevens (1992): en el contacto sensorial, en todo lo que sentimos debajo de la piel, las manifestaciones físicas de nuestros sentimientos y emociones, agradables o desagradables. Todo esto alrededor de nuestros cuerpos de mujeres con su color de piel, sus formas y ciclos particulares. También pienso en la fantasía que define como todas las acciones del pensamiento más allá de lo que sucede en el presente: explicaciones, imaginaciones, adivinanzas, ideas, planes, recuerdos. Todos, territorios de lucha contra los mandatos de género, con los que dudo quién soy, lo que valgo, incluso la conciencia de opresión que tengo. Cuando estamos juntas, nos escuchamos y acompañamos convirtiéndonos en nuestro lugar seguro. Logramos ser nosotras-en-el-mundo, ser-para-nosotras, ser humanas (Lagarde, 2012).
Así, en los quince años más recientes de mi vida, me he empeñado en cruzar el feminismo, la perspectiva de género y el enfoque centrado en la persona. Fui encontrando voces en cada uno de estos campos de conocimientos que me resuenan y me conmueven, que me acercan a mi. Empecé incluir el género y el feminismo a mi práctica docente, a la clínica y las intervenciones psicosociales que hago en las prácticas supervisadas a mi cargo en la universidad. Empecé a rastrear a autoras de la psicología humanista para conocerlas, leerlas y compartirlas en las clases: Marie Kinget, Virginia Axline, Janet West, Miriam Polster, Marilyn Yalom, Laura Perls, Edith Stein y Natalie Rogers fueron las autoras a quienes pude leer en español.
En la búsqueda en inglés, llegué al libro Encountering feminism: Intersections between feminism and the person-centered approach que editaron Gillian Proctor y Mary Beth Napier en 2004. Una gran amiga bibliotecóloga, Mariana Dalzell me hizo el favor de pedirlo y agregarlo a la colección de la biblioteca del Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM. Lo mismo ocurrió con el libro Women writing in the person-centered approach editado por Irene Fairhurst en 1999. Me siento afortunada y agradecida profundamente con ella hasta el día de hoy. Estas autoras no solo son parte de mi práctica docente en clínica y social, si no de mi vida.
De esta forma, me encontré con que Peggy Natiello (Fairhust, 1999) desde los años 70 tenía una práctica feminista centrada en la persona, que desde finales de los años noventa Carol Wolter-Gustafsons colocaba la noción de poder y el género en la teoría de Rogers, que a principios de los años 2000 Ann Lovering conectaba el trabajo centrado en la persona con las teorías feminista en grupos de mujeres mexicanas (Proctor y Napier, 2004) y se ocupaba del efecto del currículo oculto de género en las potencialidades de las personas. Todos estos nombres los volví referencias esenciales para mi trabajo centrado en la persona con perspectiva de género feminista.
Actualmente, con dos grandes amigas y compañeras de trabajo: Norma Rodríguez Cortés y Rosalba Hernández Valdivia estamos desarrollando en 2024 el programa en la licenciatura en psicología llamado Humanistas, Género y Diversidades (HUMAGENDI) en la FESI, que integra las actividades académicas y de prácticas supervisadas que hacemos desde la psicología existencial humanista integrando los temas de feminismo, género y diversidades sexo-genéricas que nos interesan. En mi caso, en el ámbito clínico estoy trabajando en el modelo de Orientación Humanista con Perspectiva de Género Feminista (OH+G) y en el ámbito social sigo desarrollando los Círculos de Aprendizaje Interpersonal para Mujeres (Becerra, Miguel, Santillán y Porras, 2019), ambas estrategias de intervención las he nutrido con las aportaciones de Mónica Hill (2004) sobre el trabajo centrado en las mujeres y la mirada de género feminista de Marcela Lagarde (1996).
Esta perspectiva de género feminista centrada en la persona es una integración propia que implica recuperar las dimensiones política y ética del feminismo en el ECP, es decir, que las mujeres y hombres hacemos uso del poder y que cualquier renuncia a él, implica una devolución y acompañamiento ante cualquier dificultad para ejercerlo por parte de las personas. Además, incluye una ética feminista de cuidado particularmente de las mujeres, en la que en ninguna circunstancia se nos dañara en las intervenciones que se realicen, esto es, una renuncia a la violencia y la construcción de espacios enmarcados por la seguridad interna y externa (Kinget y Rogers, 2013) para ellas y para nosotras.
La perspectiva de género feminista centrada en la persona cuestiona los roles de género que pueden considerarse como opresivos para las mujeres y los hombres y para las personas que facilitan los procesos de crecimiento. Usa las formas de instrumentalización de las actitudes básicas propuestas por el ECP como los reflejos de elucidación, las confrontaciones empáticas y otras formas de intervención que implican la empatía exacta avanzada (Egan, 1982). Macke y Hasler (2019) señalan que incluir el análisis social permite a las personas facilitadoras entender mejor la dimensión política de las experiencias vinculadas al género en lo clínico y social, lo que ayuda a abordar los estereotipos de género que, de no ser tratados podrían afectar el proceso de crecimiento de las personas.
En este modelo, resulta indispensable comenzar con la sensibilización de género feminista, es decir, un proceso de concientización, de darse cuenta (Stevens, 1992) del impacto de los sistemas de dominación y opresión sexo-genéricos, raciales y de clase en nuestro crecimiento personal. Esto es, a través de seminarios con lecturas -de autoras en su mayoría-, ejercicios experienciales y trabajo personal a través de un CAIMM, en los que cuestionamos las desigualdades estructurales y formas de organización opresivas que recreamos, creamos y co-creamos cotidianamente alrededor de estos sistemas y en los que vivimos como humanidad.
Considerando lo anterior es como llegamos juntas a la conciencia de género en clases lo más horizontales posible, dónde la libertad y la autenticidad juegan un papel central en su formación como personas facilitadoras del crecimiento y desarrollo individual-colectivo desde el ECP, primero para sí mismas y luego para ofrecer servicios de orientación psicológica con perspectiva de género feminista en el ámbito clínico y los círculos de aprendizaje para mujeres y mixtos en el ámbito social.
Para lograr lo anterior, retomamos las aportaciones de autoras para aprender sobre la consejería con enfoque feminista que tiene como centro la conexión del género con los aspectos de condición social, raza y desigualdad (Padilla, 2014), el acompañamiento psicoterapéutico centrado en la persona a mujeres en experiencias de amor romántico (Ruiz, 2023), la emancipación de las realidades que vivimos (O’Hara, 1995), la transformación de las comunidades a través de la conciencia grupal (O’Hara y Wood, 2004), y la angustia alimentaria en mujeres comprendida desde el ECP (Lakin y Murphy, 2023). Así, nos vamos acompañando y seguimos siendo parte de las genealogías feministas que traerán igualdad y justicia social a las mujeres y a todas las demás personas en un futuro feminista.
El encuentro final de esta genealogía para este artículo ocurrió a principios del 2024, cuando escuché a Clarisse en un curso sobre actualización en metodología cualitativa para la psicología humanista en la FESI. Fue refrescante, acompañante y esperanzadora su voz. Al escucharla, me vinieron preguntas sobre mí, me surgieron ilusiones para mi futuro en el Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (SNII) de México, al que logré ingresar en 2024 después de 20 años de docencia e impulsada por Brenda Gómez y Laurel Cedeño, mis grandes amigas feministas imparables y entusiastas. Vinieron miedos y dudas, voces viejas sobre qué puedo alcanzar y qué no. Abrazando todo esto, es que Clarisse y yo decidimos compartir este artículo y acompañarnos en la escritura. Las siguientes son sus palabras, sensibles, sabias y brillantes.
EL PROCESO DE SER PARA SÍ
Mi encuentro con el feminismo surge de un deseo por comprender las diversas formas de violencia que se ejercen hacia las mujeres. Tal encuentro se da casi por accidente, a través del compartir de una alumna quien, en un espacio de reflexión sobre los feminicidios en México, me sugiere leer un libro: “Feminismo para principiantes” (Varela, 2019). Recuerdo haber rechazado la invitación ya que en esos tiempos yo tenía una idea limitada y distorsionada del feminismo, sin embargo, con el paso del tiempo, la curiosidad y mi experiencia de vida me llevaron a revisar la Teoría Feminista y fue entonces que comenzó mi proceso de transformación personal y académica.
La revisión de la literatura feminista (Bartky (1990); Batliwala (1997); Basaglia (1987); Beauvoir (2015); Burin (1996); Coria (2014); Gilligan (1998); Lagarde (2015); Lamas (2016); Miller (1986); Proctor y Napier, (2004); entre otras) me permitió tomar conciencia del haber vivido en función de un constructo del yo elaborado a partir de una ideología patriarcal. Desde sus narrativas y las experiencias compartidas aprendí que las mujeres que vivimos bajo sistemas patriarcales hemos sido condicionadas para asumir los mandatos de género como atributos naturales que orientan nuestra conducta desde un deber ser que produce un estado de incongruencia interno bajo el cual se dificulta tomar decisiones propias -desde un centro de valoración interior- para lograr un equilibrio interno y asumir valores basados en la propia experiencia; lo que de diversas maneras limita nuestra posibilidad para ejercer la libertad psicológica (Winkler y Chacón, 1991, en Aguirre, 2022).
La normalización cultural y social de los mandatos de género -presentes en los espacios familiares, religiosos, educativos, mediáticos, entre otros- nos lleva a creer que asumir lo “propio de nuestro género” es normal y deseable; y el miedo a ser rechazadas, consideradas anormales, raras, desadaptadas, -entre otros adjetivos-, orilla a las mujeres a vivir cautivas de las demandas y expectativas de un sistema que nos devalúa y oprime, llevándonos a adoptar formas de ser y estar en el mundo que no sólo nos previene de vivir con libertad y desde la propia subjetividad, sino que nos vulnera y expone al abuso y sumisión, ya que al adaptarnos a los mandatos de género, las mujeres existimos como un ser-para-los-otros[3], ajenas a las necesidades y deseos personales, enfocando nuestro tiempo y energía en crear y sostener el bienestar de la gente significativa para nosotras, como un satélite, orbitando, viviendo para satisfacer expectativas y atender necesidades ajenas. En ese vivir como un ser-para-los-otros las mujeres van perdiendo la posibilidad de desarrollar un concepto de sí mismas congruente con sus sentires, y al asumir los estereotipos tradicionales y normativos de género, y al reproducirlos en sus diversos roles, sacrifican su bienestar físico, mental, emocional y social.
Aprehender lo anterior provocó en mí una revolución interna que se manifestaba en sensaciones de molestia e incomodidad y en sentimientos de enojo, frustración y tristeza que fui acompañando a lo largo del tiempo; en este proceso me di cuenta de que algunos de los malestares que experimentaba no surgían únicamente de lo que me aportaba la literatura feminista, sino que eran sentires recurrentes que no había sido capaz de identificar ya que no eran congruentes con el concepto que tenía de mí misma, por lo que no habían tenido acceso a mi conciencia. Rogers (1985) explica,
Cuando se percibe oscuramente (quizá sea mejor decir se “subcibe”) que una experiencia es incongruente con la estructura del yo, el organismo reacciona produciendo una distorsión del significado de la experiencia (para que sea congruente con el yo) o negando la existencia de tal experiencia, a fin de preservar de toda amenaza la estructura del yo (p.33).
de tal forma que la toma de conciencia en ocasiones es selectiva y/o limitada.
Desafortunadamente, cuando una mujer no es consciente de la forma en que asume su condición de género, no tiene la posibilidad de optar por otras formas de ser y estar, ni de ser congruente con lo que piensa y experimenta a nivel corporal, emocional y social, especialmente porque la culpa y la vergüenza funcionan como mecanismos de autorregulación que limitan su capacidad para identificar las señales del organismo.
Para algunas mujeres resulta muy complejo conectar con sentimientos que discrepan de los mandatos de género ya que se sienten vulnerables o avergonzadas (Quitón, 2024); lo cual yo misma experimenté al ejercer mi rol de madre. En mi caso fue un recurrente sentimiento de culpa lo que me llevó a ignorar el cansancio que frecuentemente sentía al realizar las labores reproductivas, asumiendo que mi energía tendría que ser inagotable, creyendo que desde el amor que sentía por mis seres queridos debía sostener una actitud de disposición y disponibilidad infinita -siempre atenta a sus deseos y necesidades-, como una fuente inagotable de amor y cuidado; de tal forma que las labores cotidianas y la carga mental por sostenerlas, me mantenían en un estado de agotamiento físico y emocional que no era capaz de reconocer y mucho menos de atender.
Hernández (2023) señala que las mujeres, al asumirse responsables del bienestar de sus seres queridos, destinan la mayor parte de su tiempo y energía a la atención y cuidado de sus familias, descuidando el cuidado de sí mismas. En ese constante darse, las mujeres evaden el esfuerzo emocional y mental que conlleva el autodesarrollo y la revisión y expresión de las propias necesidades, lo que tiende a generar confusión y malestar (Miller, 1989).
Algunas mujeres adoptan los mandatos de manera tan profunda que aun cuando se dan cuenta de las molestias que experimentan, al no ser conscientes de su causa, continúan ejerciendo los mandatos. Desde la enajenación de las necesidades propias, las mujeres aprenden a transformar y proyectar de tal forma que sus necesidades se vuelven las necesidades de las y los demás, lo que con el paso del tiempo las frena en cuanto a reconocer lo que ellas mismas desean o necesitan. Así, bajo una constante disposición a complacer, las mujeres sufren también de sentimientos de culpa y vergüenza, cuando no se viven capaces de generar el bienestar esperado y/o deseado de quienes las rodean […] cuando la mujer es capaz de pensar únicamente en los términos dados por la cultura dominante, ésta no sólo ignora su experiencia, además la niega y devalúa, quedando sin la posibilidad de conceptualizar su vida, sintiendo, de manera indefinida, que su quehacer es erróneo. (Miller, 1989 en Tishman, 2023, pp. 223-224).
Una de las mayores dificultades que las mujeres enfrentan para identificar y procesar los malestares se relaciona a la creencia de que el origen de las incomodidades y/o molestias que experimentan surgen de sí mismas, es decir, por su incapacidad para asumir sus roles, por falta de empeño o por la carencia de cualidades, “[…] nuestras luchas están dirigidas hacia adentro […] hacia otros yos similares en los que podemos ver reflejadas nuestras deficiencias, no hacia afuera, hacia las fuerzas sociales responsables de nuestra situación” (Bartky, 1990, p.8); por ello las mujeres frecuentemente nos esforzamos por “mejorar nuestro desempeño” buscando ser la madre abnegada e infinitamente paciente, la esposa complaciente -siempre atenta a las necesidades de la pareja-, la mujer que se ajusta al estereotipo de belleza patriarcal sofocando la libertad de su ser, dañando su autoestima -y frecuentemente su cuerpo- y condicionando el desarrollo de la valoración positiva incondicional de sí misma.
Cuando las mujeres no tienen la posibilidad de identificar y atender los malestares que surgen de la contención de la libre expresión de su ser –en su intento por ser lo que no son- corren el riesgo de sufrir trastornos como depresión y /o enfermedades autoinmunes. Según Maté (2022), las mujeres tienden a desarrollar enfermedades crónicas antes de llegar a la tercera edad por asumir una forma de vida dada por un sistema cultural que no honra lo que las mujeres piensan y sienten, sino que degrada y distorsiona sus experiencias impulsándolas a evadirlas y/o contenerlas. El autor considera que los abusos a los que se encuentran sujetas las mujeres por la presión sociocultural, el constante acoso sexual en sus diversos espacios, y la falta de conciencia y/o represión de pensamientos y sentimientos (que las mujeres tienden a auto silenciar para evitar conflictos con su gente significativa), atentan contra su salud física, mental e incluso espiritual.
Resulta importante mencionar que el proceso de toma de conciencia que surge del encuentro con la narrativa feminista puede ser difícil de procesar, en mi caso, debido a mi experiencia como facilitadora del ECP, tuve la posibilidad de auto acompañar mi proceso desde las actitudes facilitadoras del Enfoque -con empatía y aceptación hacia lo que iba pensando y sintiendo-, siempre buscando ser congruente con lo que descubría, escuchándome, acogiéndome; y desde los recursos internos que desarrollé en mis espacios de crecimiento, tuve la oportunidad de ir identificando, aceptando y atendiendo lo que me comunicaba mi organismo a través de mis sensaciones y mis emociones; así, mientras la mirada feminista me permitía comprender las causas de mi sentir, la mirada del ECP me daba los recursos para acompañarme en mi proceso de transformación. Retomar las propuestas de Rogers (1985; 2009) sobre el proceso de convertirse en persona me ha permitido descubrir mi propia voz y vincularme con un yo más auténtico. Y si, por supuesto que el acompañamiento amoroso y paciente de otras mujeres -familiares, colegas, amigas- y su sabio compartir entre risas, lágrimas y abrazos solidarios, ha sido una parte esencial en mi camino, porque tal como lo menciona Kenia unos párrafos antes: “No estamos solas en nuestras luchas internas y externas [...] Cuando estamos juntas, nos escuchamos y acompañamos convirtiéndonos en nuestro lugar seguro”.
Hoy comprendo que los aportes del feminismo posibilitaron el reencuentro con la versión más auténtica de mi ser mujer; y fue a través de un proceso de toma de conciencia que logré desarrollar una mayor valoración positiva incondicional de mí misma; es decir, fui aprendiendo a aceptar y validar aquellos aspectos personales que no coincidían con los mandatos de mi género, dejando la culpa de lado cuando no podía o quería vivir como un ser-para-los-otros. En este proceso de crecimiento personal, he logrado reconectar con mi meta vital, y aun cuando la ruta no siempre es clara, sostengo el intento por descubrir y comprender lo que deseo para mí, dándome la oportunidad de elegir las orientaciones que deseo adoptar en mi vida, en busca por ser mí misma, mi verdadero self, mí yo auténtica (Rogers, 2009).
Las inquietudes personales, las experiencias como docente y facilitadora, y el deseo por obtener mayor claridad sobre la problemática que experimentan las mujeres me llevaron a una investigación doctoral sobre los aportes del ECP y de la Teoría Feminista al crecimiento personal de las mujeres, el cual concluye con la propuesta de un Modelo de acompañamiento centrado en las mujeres (Tishman, 2023) cuyo objetivo es crear espacios de facilitación cálida, auténtica, congruente y de aceptación positiva incondicional donde se promueva el autoconocimiento desde la perspectiva del ECP, y el desarrollo de la conciencia de género y la valoración positiva incondicional de sí- desde la perspectiva de la Teoría Feminista. De manera general, se busca (Mancillas, 1999):
Favorecer la comprensión empática de las mujeres y su historia
Fortalecer la autoconfianza
Facilitar la clarificación del discurso interno y los presupuestos que tienen de sí
Facilitar la resignificación del auto constructo
Favorecer una mayor conciencia de sí
Facilitar el contacto y la expresión de las emociones
Identificar sentimientos de culpa, expectativas e ideales sociales
Se pretende que la aplicación del modelo se realice por una facilitadora del ECP que tenga perspectiva de género feminista; es decir, que sea capaz de experimentar las actitudes del Enfoque (aceptación positiva incondicional, comprensión empática, congruencia y autenticidad), y, que “[…] conozca a profundidad la problemática que viven las mujeres en relación a la manera en que ha sido socializado su género; identificando y comprendiendo la opresión genérica y las relaciones de poder que se dan en los distintos ámbitos de sus vidas” (Tishman, 2023, p.205); de tal forma que la facilitadora se viva capaz de vincularse con las participantes no sólo desde lo profesional sino desde su propia experiencia como mujer.
Hill (2004) explica que realizar una intervención “centrada en las mujeres” no es lo mismo que realizar una intervención “centrada en la persona” con mujeres; ya que lo primero sólo puede realizarse cuando se comprende que los seres humanos y humanas nos encontramos atravesadas por el género, lo cual influye en las condiciones de valía. Lo anterior permite comprender la necesidad de visibilizar las diferencias y reconocer las implicaciones políticas de una terapia centrada en las mujeres desde donde se busca promover que las mujeres trasciendan los roles y estereotipos de género, de manera que puedan vivir más en función de sí mismas (Tishman, 2023, pp. 205-206).
CONCLUSIONES
A modo de conclusión, incorporar la perspectiva de género a la mirada del ECP permite comprender de manera más amplia y profunda la problemática que experimentan las mujeres en relación a su posibilidad para auto-orientarse, auto-determinarse y actualizarse (Proctor y Napier (2004; 2008). Tanto el feminismo como el ECP consideran que los contextos socioculturales inciden en la construcción de la subjetividad, sugiriendo que las condiciones de valor se internalizan de manera inconsciente llevando a las mujeres a adaptar su pensar, sentir y quehacer a lo socialmente deseable; por lo que ambas propuestas teóricas promueven la revisión de la dimensión íntima y la emancipación del “deber ser” al vivir desde un marco de referencia interno propio y auténtico (Proctor y Napier, 2004).
Desafortunadamente, ajustarse a los mandatos de género implica el alejamiento de la dimensión subjetiva y el asumir formas de vida que orientan y restringen la experiencia íntima y social de las mujeres- lo que piensan de sí mismas, lo que sienten, desean, necesitan. (Burin, 1996). Lagarde (2015) señala que las mujeres,
Continuamos viviendo en una realidad normada […] entre deberes y obligaciones, prohibiciones, mandatos y vocaciones, vidas para cumplir y obedecer. Vidas sin derechos, sin conciencia […] cuajadas de anhelos incumplidos […] donde prevalecen mecanismos de dominación que las previenen de generar opciones de vida dignas (p. 23).
Como feministas humanistas consideramos necesario denunciar lo anterior, aquello que ha sido invisibilizado y normalizado por un sistema sociocultural que no sólo ignora los deseos y las necesidades de las mujeres o cuerpos feminizados, sino que minimiza nuestra existencia al promover en todos los espacios sociales que las mujeres vivamos para servir a otras personas antes que a nosotras mismas, siempre en función de las expectativas sociales y ajenas, sin un espacio personal o alternativas que nos permita ubicarnos al centro de nuestras vidas y descubrir en lo individual y colectivo quiénes somos y qué es lo que deseamos para nosotras mismas.
Pensamos que para modificar las estructuras externas que oprimen y someten a las mujeres, es necesario transformar el marco de referencia personal y social a través del desarrollo de una conciencia de género que permita la deconstrucción del yo patriarcal y posibilite la reconstrucción de un yo más auténtico y libre. De tal forma que, desde un estado interno de recursos y con una lectura más completa del entorno, las mujeres tengan la posibilidad de compartir sus saberes y promover el desarrollo de la conciencia de otras mujeres, tal cual lo sugiere Villalón (2023) cuando señala que atender una problemática que afecta colectivamente a las mujeres requiere de acciones conjuntas entre mujeres que “[…] faciliten herramientas para ganar perspectiva y conciencia […]”, a través de la trasmisión de ideas, sentires, experiencias y conocimiento, mediante la escucha empática y el acompañamiento cercano que permita crear y sostener un vínculo sororo que dé paso al crecimiento personal de todas, de tal forma que:
Las mujeres, conscientes de sus propios recursos, dueñas de sí mismas, que caminan firme en la vida y que dejan salir la belleza y brillantez de su propio poder, pueden ejercer una acción transformadora en otras personas, y en el medio donde se desenvuelven, y aportar la riqueza de su sí mismas hacia formas de convivencia más cooperativas, más integradoras, más humanas (Mancillas, 1999, p. 71).
Así, la toma de conciencia de género y opresión en las mujeres es un primer paso hacia la liberación de sus recursos internos y el acercamiento a una sí misma o self más genuino que posibilite el desarrollo de sus capacidades, dé paso a deseos y necesidades personales-colectivas y permita el acceso a una vida sana y de mayor bienestar en todos los aspectos.
En sí, integrar elementos de ambas propuestas teóricas aporta al proceso de desarrollo personal de las mujeres ya que desde la mirada del ECP es posible ser sensibles al género y a las capacidades de transformación que trae la conciencia de género, y desde esa sensibilidad facilitar procesos de cambio a partir de la aceptación positiva incondicional de cada mujer y lo que experimenta, buscando comprenderla de manera empática, sosteniendo la congruencia y la autenticidad en el acompañamiento. Por otro lado, atender la problemática que enfrentan las mujeres desde la perspectiva feminista, posibilitaría comprender con mayor precisión “[...] sus exploraciones y dificultades desde una perspectiva fenomenológica única, y también desde una comprensión social de los roles de género, el sexismo y otras opresiones [...]” (Proctor, 2004, p.129); ayudando a las facilitadoras centradas en las personas a comprender las dinámicas de poder que surgen en la relación terapéutica.
Presentar nuestras experiencias y reflexiones personales-académicas de formación nos permite comprender las integraciones que cada una de nosotras ha hecho desde la perspectiva centrada en la persona y el feminismo en nuestro trabajo clínico y social. Son testimonios poderosos de resistencia y transformación que pueden inspirar a otras mujeres y a otras personas en su camino a la autenticidad y liberación. Esto nos lleva a pensar en un feminismo auténtico centrado en las personas, en una perspectiva de género feminista centrada en las personas, en un modelo centrado en las mujeres, un feminismo humanista, auténtico y emancipador. Las posibilidades son infinitas pensando en la construcción personal que cada una de nosotras hace como humanas de las experiencias y saberes que vamos adquiriendo en el proceso de ser nosotras mismas, de convertirnos en mujeres. Ninguna es igual a la otra. Debemos abrazar la unicidad para comprendernos unas a las otras y promover la conciencia de género y opresión al tiempo de cada una, para desarrollarnos juntas hacia un futuro de género feminista como humanas, humanos y humanes.
Ya no estamos en deuda con nosotras, hemos creado un espacio para plasmar y compartir desde la escritura en primera persona y en femenino nuestras ideas como docentes, psicoterapeutas, investigadoras y mujeres en resistencia al mundo académico y vital patriarcal al que nos seguimos enfrentando, pero no solas. Nos tenemos una a la otra y a todas las mujeres en nuestros entornos próximos.
En síntesis, la integración del ECP y el feminismo proporciona un marco sólido para ayudar a las mujeres en su desarrollo personal y en la lucha por la igualdad. Por un lado, el ECP ofrece la creación de espacios seguros, empáticos, congruentes y de validación positiva para el crecimiento y autoaceptación, tanto individuales como colectivos para la transformación personal, social y cultural. Por otro lado, el feminismo ofrece una base crítica y social para desafíar las estructuras patriarcales. Ambas perspectivas impulsan entornos en los que las mujeres y otras personas pueden desarrollarse de manera integral y plena.
REFERENCIAS
Aguirre, L. (2022). Conexiones entre la perspectiva de género y la psicoterapia centrada en la persona: integración desde un enfoque emancipatorio. Revista Espacio ECP, 3(1), 27-43. https://doi.org/10.5281/zenodo.14941365
Bartky, S. L. (1990). Femininity and domination: studies in the phenomenology of oppression. Routledge.
Basaglia, F. (1987). Mujer, Locura y Sociedad. Universidad Autónoma de Puebla.
Batliwala, S. (1997). El significado del empoderamiento de las mujeres: nuevos conceptos desde la acción. En: M. León (Ed.), Poder y empoderamiento de las mujeres. Santafé (pp. 187-211). Tercer Mundo S. A.
Beauvoir, S. (2015). El segundo sexo. Penguin Random House Grupo editorial.
Becerra, G. A. L., Miguel, C. R., Santillán, G. A. K. y Porras, O. M. K. (2019). Visión prospectiva del CAOPE: nuevas estrategias de atención. En: C. Santillán T. y A. Corchado V. Centro de Apoyo y Orientación para estudiantes (CAOPE) (pp. 168-179). Facultad de Estudios Superiores Iztacala.
Burin, M. (1996). Género y psicoanálisis: subjetividades femeninas vulnerables. En: M. Burin y E. Dio Bleichmar (Eds.), Género, psicoanálisis y subjetividad (pp. 61-99). Paidós.
Butler, J. (2016). Deshacer el género. Argentina: Paidós.
Coria, C. (2014). El sexo oculto del dinero: formas de la dependencia femenina. Androginias21.
Delgado, G., García, S. A., Hernández, L. G., Rivero, S. L. y Porras, O. K. (2019). Promoción del Desarrollo Personal y Profesional. En: C. Santillán T. y A. Corchado V. (Eds.), Centro de Apoyo y Orientación para estudiantes (CAOPE) (pp. 57-69). Facultad de Estudios Superiores Iztacala.
De León, A. C. y López, G. (2010). Documento de apoyo pedagógico. En: Escuela Política Feminista. Módulo 1. Genealogía feminista (pp. 45-100). Asociación feminista La cuerda. Asociación de Mujeres de Petén-Ixqik. Alianza Política Sector de Mujeres.
Egan, G. (1982). El orientador experto. Manual de Entrenamiento que acompaña. Iberoamericana.
Facultad de Estudios Superiores Iztacala (FESI) (2023). Proyecto de modificación del plan de estudios de la licenciatura en psicología. Tomo II. México: Facultad de Estudios Superiores Iztacala, UNAM. https://psicologia.iztacala.unam.mx/wp-content/uploads/2024/05/TomoII_Psicologia2015SM_marzo24.pdf
Gaviola, E. (2018). Apuntes sobre la amistad política entre mujeres. En: E. Gaviola y C. Korol (Eds.), A nuestras amigas. Sobre la amistad política entre mujeres (pp. 6-30). Pensaré Cartoneras.
Gilligan, C. (1998). In a different voice. Harvard University Press.
Gómez del Campo, M. I. (2019). Trabajando con grupos desde el desarrollo humano. Porrúa.
Hernández, C. (2023). Primavera Comunitaria. El protagonismo de las mujeres y el despertar de la conciencia. Universidad Nacional Autónoma de México.
Hill, M. (2004). Woman-Centred Practice. En: G. Proctor y M. B. Napier (Eds.), Encountering feminism: Intersections between feminism and the person- centered approach. PCCS Books, Ltd.
Kinget, M. G. y Rogers, C. (2013). Psicoterapia y relaciones humanas. Teoría y práctica de la terapia no directiva. Instituto Humanista de Psicoterapia Gestalt.
Lafarga, J. (2015) Desarrollo humano en México. En: J. Lafarga, J. Gómez del Campo y G. Delgado, G. (Eds.), Desarrollo Humano en México. 50 años de Agua Viva. Asociación de Desarrollo Humano México (ADEHUM).
Lagarde, M. (2023). Claves feministas para el poderío y la autonomía de las mujeres. México: Siglo XXI.
Lagarde, M. (1996). La perspectiva de género. En: M. Lagarde. Género y feminismo. Desarrollo humano y democracia (pp. 13-38). Horas y Horas.
Lagarde, M. (2012). La construcción de las humanas. Identidad de género y derechos humanos. En M. Lagarde. El feminismo en mi vida. Hitos, claves y topías (pp. 15-41). México: Instituto de las Mujeres de la Ciudad de México.
Lagarde, M. (2015). Los cautiverios de las mujeres: Madresposas, monjas, putas, presas y locas. Siglo Veintiuno Editores.
Lakin, J. y Murphy, D. (2023). A pilot qualitative study of a person-centered approach to eating distress in women. Routledge Taylor and Francis Group. DOI. https://doi.org/10.1080/14779757.2023.2273474
Lamas, M. (2016). [INAH TV] (16 de noviembre de 2016). Marta Lamas: Género. ¿De qué género hablamos? [Video]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=4RuBT1he4d4
Lamas, M. (2021). [UAER UNAM] (31 de mayo de 2021). 3a conferencia magistral Identidad de género e ideología de género - Marta Lamas. [Video]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=zf_DVIHlU-4
Macke. K. y Hasler, G. (2019). Why should person-centered facilitating be gender-sensitive? Person-Centered & Experiential Psychotherapies, 18(4), 360-366.
Mancillas, C. (1999). Los laberintos en la vida de las mujeres y el hilo conductor hacia su desarrollo pleno. Prometeo, 23, 66-73.
Maté, G. (2022). The Myth of Normal. Penguin Random House.
Michel, B. S. (2009). En busca de la comunidad. Facilitación de procesos de integración y crecimiento personal en la organización. Trillas.
Miller, J. B. (1986). Toward a new psychology of women. Boston. Beacon Press.
O’Hara, M. (1995). Constructing emancipatory realities. En: W. T. Anderson (Ed.), The truth about truth: de-constructing and reconstructing the postmodern world. (pp. 1-6). New consciousness reader. http://maureen.ohara.net/pubs/Constructing%20Emancipatory.pdf
O’Hara, M. y Wood, J. K. (2004). Transforming communities: person-centered encounters and the creation of integral, conscious groups. En: B. H. Banathy and P. M. Jenlink (Eds.), Dialogue as a means of collective communication. (pp. 1-34). Kluwer Academic / Plenum Publishers. maureen.ohara.net/pubs/Transforming%20Communities.pdf
Padilla, D. M. (2014). Enfoque feminista de consejería: perspectivas generales para abordar a la consejería profesional desde un entendimiento teórico-práctico. Revista Griot, 7(1), 61-72.
Porras, O. M. K. (2021). Amistad y compañerismo en estudiantes mujeres de bachillerato: análisis de sus tensiones y prácticas de sororidad desde una perspectiva de género. [Tesis doctoral]. Universidad Nacional Autónoma de México.
Porras, O. M. K. (13 de marzo de 2023). Ser humanas y el derecho a ser nosotras mismas. [Conferencia en línea]. Primera Jornada de Psicología Existencial Humanista, Feminismos y Género. Facultad de Estudios Superiores Iztacala. Universidad Nacional Autónoma de México.
Proctor, G. y Napier, M. B. (2004). Encountering feminism: Intersections between feminism and the person-centered approach. PCCS Books, Ltd.
Proctor, G. y Napier, M. B. (2008). Gender Dynamics in Person-Centered Therapy: Does gender matter? Person-Centered and Experiential Psychotherapies, 7(2), 82-94. DOI. https://doi.org/10.1080/14779757.2008.9688455
Rogers, C. R. (1980). El poder de la persona. El manual moderno.
Rogers, C. R. (1985). Terapia, personalidad y relaciones interpersonales. Ediciones Nueva Visión.
Rogers, C. R. (1991). ¿Necesitamos una realidad? En: J. Lafarga Corona y J. Gómez del Campo (Eds.), El desarrollo del potencial humano. Aportaciones de una psicología humanista (Vol. 1, pp. 203-213). Trillas.
Rogers, C. R. (2009). El proceso de convertirse en persona. Editorial Paidós Mexicana. S.A.
Rogers, N. (1989). El derecho a ser yo misma. En: J. Lafarga Corona y J. Gómez del Campo (Eds.), El desarrollo del potencial humano. Aportaciones de una psicología humanista (Vol. 3, pp. 207-224) Trillas.
Ruiz, C. E. (2023). Consideraciones psicoterapéuticas centradas en las personas para acompañar experiencias de mujeres sobre amor romántico. Revista Espacio ECP, 4(1), 4-29. https://doi.org/10.5281/zenodo.14942073
Stevens, J. (1992). El darse cuenta. Sentir, imaginar, vivenciar. Cuatro Vientos.
Tishman, C. (2023). Desarrollo Humano y Feminismo: un modelo de acompañamiento centrado en las mujeres. [Tesis doctoral]. Universidad Motolinía del Pedregal. Facultad de Desarrollo Humano.
Quitón, M. (2024). Psicoterapia centrada en la persona en el proceso frágil: un relato de experiencia. Revista Espacio ECP, 5(1), 24-39. https://doi.org/10.5281/zenodo.14942143
Varela, N. (2019). Feminismo para principiantes. Penguin Random House.
Villalón, A. (18 de febrero de 2023). Ellas hablan: enfrentarse a la opresión sin herramientas para ello. Testigo de cine.com. https://testigodecine.com/criticas/ellas-hablan-enfrentarse-a-la-opresion-sin-herramientas-para-ello/
1 Académica en la Maestría de Desarrollo Humano de la Universidad iberoamericana de Puebla, correo electrónico: tishman1169@gmail.com
2 Académica e investigadora de Psicología en la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinadora del Programa Humanistas, Género y Diversidades, Correo electrónico: kenia.porras@iztacala.unam.mx.