La no directividad, Revista Espacio ECP, 6(1), 102-119, 2025
La no directividad, Revista Espacio ECP, 6(1), 102-119, 2025
ENFOQUE CENTRADO EN LA PERSONA Y LA NO DIRECTIVIDAD: UNA REVISIÓN CONCEPTUAL
PERSON-CENTERED APPROACH AND NONDIRECTIVITY: A CONCEPTUAL REVIEW
Williams Muñoz Andrade¹
Investigador Independiente, Chile
https://orcid.org/0009-0008-4613-9741
RESUMEN
La no directividad como actitud en el Enfoque Centrado en la Persona (ECP) tiene una relevancia enorme para distinguir de manera crítica el impacto del pensamiento de Carl Rogers. Generar una descripción más detallada de su comprensión respecto a la no directividad ayuda a contextualizar la transformación de sus ideas y filosofía sobre el desarrollo humano. Este artículo busca describir los primeros lineamientos del concepto de no directividad en el ECP, además de elaborar una comprensión de la no directividad de manera histórica, lo cual tiene el propósito de proveer la noción de desarrollo respecto a los conceptos centrales del ECP y su abordaje. Por otra parte, se busca conocer investigaciones contemporáneas en áreas de interés en las que la no directividad cobró un papel relevante. Ambos aspectos serán elaborados mediante una revisión conceptual a manera de ensayo. Se concluye que existe una coherencia destacable en la evolución del concepto de la no directividad en el ECP por parte de Rogers y autores contemporáneos de este mismo enfoque. Esta coherencia está ligada a la funcionalidad en los espacios terapéuticos y la filosofía respecto al desarrollo humano que lo sustenta de manera crítica.
Palabras claves: Enfoque centrado en la persona, no directividad, revisión conceptual, desarrollo humano, Carl Rogers.
ABSTRACT
Non-directivity as an attitude in the Person-Centered Approach (PCA) has enormous relevance to critically distinguish the impact of Carl Rogers' thought. Generating a more detailed description of his understanding of non-directivity helps to contextualize the transformation of his ideas and his philosophy on human development. This article seeks to describe the first outlines of the concept of non-directivity in the PCA, in addition to developing an understanding of non-directivity in a historical manner, which has the purpose of giving the notion of development regarding the central concepts of the PCA and its approach. On the other hand, it seeks to know contemporary developments in areas of interest in which non-directivity took on a relevant role. Both aspects will be elaborated through a conceptual review in the form of an essay. This article concludes that there is a remarkable coherence in the development of non-directivity in the PCA by Rogers and contemporary authors of this same approach, This coherence is linked to the functionality in therapeutic spaces and the philosophy regarding human development that critically supports it.
Keywords: Person-centered approach, non-directivity, conceptual review, human development, Carl Rogers.
INTRODUCCIÓN
La no directividad como concepto fue algo relevante para Carl Rogers desde sus inicios, esto debido a la conexión con su historia personal y su desarrollo como profesional de manera ética. Este concepto tenía una profunda conexión con la idea de Rogers respecto a la autonomía del ser, aspecto que lo lleva a considerar la importancia de crear un espacio libre de juicio en el que se da un esfuerzo por comprender lo que expresa el cliente (Rogers, 1942). Siguiendo este punto, uno de los primeros esfuerzos investigativos para acercarse a la noción de no directividad por parte de Rogers se da gracias a su libro Consejería y psicoterapia (1942), en el que se aproxima a la idea de una actitud facilitadora por parte de orientadores y psicoterapeutas hacia sus clientes, esto con la finalidad de generar un cambio real respecto a la resolución de sus problemas y el entendimiento de sus propias experiencias y significaciones (Rogers, 1942). Rogers toma como base de sus interpretaciones los aportes de Otto Rank en relación con la autonomía de la persona y su relevancia en el proceso psicoterapéutico, además de formulaciones modernas del pensamiento psicoanalítico, con las que comenta varias similitudes (Rogers, 1951).
También resulta relevante destacar que el concepto de no directividad es desarrollado por Rogers con una mayor profundización en la Terapia centrada en el cliente a principios de los años 50, esto mediante su libro “Psicoterapia centrada en el cliente (1951)”. Este libro explora los principios y la visión personal de Rogers en su práctica clínica, en la que destacan las aproximaciones en términos filosóficos y experienciales que se dieron en el campo clínico y personal, aspecto crucial para entender la coherencia de su enfoque.
Jhon Dewey también fue una imagen de relevancia para el proceso de Rogers en la investigación relacionada a la no directividad; su filosofía ligada al pragmatismo estadounidense influyó en la noción útil que tenía la no directividad en sus primeros estudios respecto a la eficacia de la psicoterapia. Las primeras aproximaciones al estudio de la eficacia de Rogers estuvieron vinculadas a la relevancia empírica en sus investigaciones y obras, sin embargo, este proceso se complejiza a nivel investigativo a medida que elabora sus ideas centrales respecto al enfoque centrado en la persona, lo que impactó en su noción de no directividad (Rogers & Kinget, 1962).
Rogers comprendía la enorme importancia que proviene de la relación que se da en los espacios terapéuticos no directivos, aspecto que lo lleva a destacar su experiencia con este proceso:
He llegado a sentir que cuanto más comprendido y aceptado se siente un individuo, más fácil le resulta abandonar los mecanismos de defensa con que ha encarado la vida hasta ese momento y comenzar a avanzar hacia su propia maduración (Rogers, 1961, p. 34).
En este proceso de conocer a las personas de maneras profundas y sinceras, en conjunto con ver el desarrollo de sus experiencias clínicas y sus avances, elabora una de las ideas centrales de la no directividad: “la experiencia me ha enseñado que las personas se orientan en una dirección básicamente positiva” (1961, p. 34), es decir, no es necesario que el terapeuta muestre dicha ruta, la persona al comprender su experiencia llega hacia lo que considera mejor para su vida y la resolución de sus conflictos (Rogers, 1942; Rogers, 1961; Bozarth, 2012; Rogers, 1951; Wilkins, 2009; Rogers & Kinget, 1962).
Rogers (1951) no investigó la no directividad como una técnica, sino más bien como una actitud, la cual propicia el sentir auténtico del cliente y el impacto en el desarrollo de sus relaciones personales. Este aspecto del trato humano facilitaba un clima adecuado para el avance del cliente, aunque necesitó elaboración constante en la terapia centrada en la persona. Es importante destacar que Rogers se aceptaba como un ser imperfecto, esto le permitía aceptarse de manera congruente y consagrarse como suficiente en la relación con un otro. Dicha premisa facilitaba un mayor asertividad al responder de una manera en la que Rogers realmente se sintiera auténtico, lo que sostiene positivamente la experiencia del cambio terapéutico con el cliente (Rogers, 1961).
Estudiar la no directividad tiene su relevancia para aclarar, distinguir y sostener una práctica clínica con un profundo sentido ético, no solamente desde el cuidado de procesos sensibles, sino que también desde el respeto hacia la profunda idea de que los seres humanos, con su complejidad y subjetividad, son suficientes y capaces de poder encontrar un sentido a su sufrimiento y angustia con su propia experiencia.
La no directividad sostiene una mirada crítica a otras formas de elaborar tratamientos y apoyo en psicoterapia, esto debido a que comprende la experiencia de la persona como la principal ruta a su bienestar. La no directividad en psicoterapia facilita el proceso de autoexploración y el desarrollo del cliente, aunque es una noción que ha experimentado una evolución continua en su conceptualización y en su función como una práctica clave dentro de la terapia centrada en la persona.
Por otra parte, es importante destacar que el enfoque centrado en la persona (desde ahora ECP) tiene implicancias en otras áreas más allá de la psicoterapia, detalle crucial para comprender el impacto real de Rogers con sus ideas sobre el trato humano no directivo.
Para poder comprender la evolución conceptual de la no directividad se establecerá una aproximación de manera temporal e histórica en el que se presentarán los aspectos más relevantes de éste, entre los cuales están los inicios de sus lineamientos en relación con la filosofía de vida de Rogers y el impacto de la relación del enfoque centrado en la persona y la no directividad, esto en cuanto a educación y trabajo con comunidades. También se abordarán los alcances contemporáneos que ha tenido la no directividad y su impacto hacia tópicos como la política, espacios terapéuticos de diversa índole y la aproximación sensible y comprensiva a personas profundamente vulneradas.
Para el desarrollo de este artículo se realizará la revisión conceptual a manera de ensayo, utilizando fuentes primarias en su mayoría; esto tiene la finalidad de delimitar la investigación de manera teórica al dar un abordaje a los lineamientos centrales del ECP y sostener la importancia de las obras centrales de Rogers en la evolución de sus ideas.
DEFINICIÓN Y FUNDAMENTOS DEL CONCEPTO
Rogers comprendía la importancia de su actitud al trabajar en espacios clínicos, en los que la no directividad fue una parte relevante para definir su enfoque en los espacios terapéuticos. Bozarth (2012) comenta que esto tuvo relación con un incidente específico de la década de 1940, en la que se dio cuenta de su papel como terapeuta de una manera crítica. Esto influyó en su trabajo al reflexionar respecto al cliente y la dirección de su proceso, en el que toma en consideración que dicha dirección puede ser elaborada de una manera asertiva por el mismo cliente, es decir, solo el cliente conoce la dirección real en la que dirigir su atención. Tal como comenta Rogers (citado en Bozarth, 2012, p. 265):
Es el cliente quién sabe qué le duele, qué dirección tomar, qué problemas son cruciales, qué problemas han quedado enterrados profundamente. Empecé a pensar que a menos que tuviera la necesidad de demostrar mi propia inteligencia y conocimiento, sería mejor que confiara en el cliente para la dirección del movimiento en el proceso
Desde el principio, Rogers tuvo un profundo respeto por sus clientes, aspecto humano que lo ayudó a elaborar una manera crítica y responsable sobre el sostener el trato por parte del terapeuta, hecho que da lugar a la no directividad como actitud frente a la confianza verdadera en la capacidad de autodirección del cliente (Bozarth, 2012).
La idea de abordar activamente la no directividad permite que se pueda entender el proceso de aproximación del terapeuta de una manera cuidadosa, respetuosa y sobre todo crítica. Las actitudes facilitadoras en la relación terapéutica con el otro son cruciales para la posición activa de la no directividad, y Rogers describe 6 condiciones necesarias y suficientes (Rogers & Kinget, 1962), aunque destacan la aceptación incondicional, comprensión empática y congruencia.
Dentro de estos lineamientos se distingue la búsqueda constante del terapeuta de que el cliente pueda autodirigirse, no desde facilitar una pasividad que implique no actividad, al contrario, existe un interés constante, ya que la pasividad puede ser significada como indiferencia, aspecto que causaría un rechazo por el cliente, además de no facilitar la conexión con su marco de referencia interno (Rogers, 1951).
Es importante comprender que, si el reflejo de las experiencias del cliente no es activa y denota una falta de interés real por el otro, puede ser considerada una actitud declarativa frente a la experiencia del cliente, por lo tanto, puede ser significada como juicio de valor, aspecto que distorsiona la relación, esto debido a que se emite una valoración del proceso emocional del cliente, dando espacio a la sensación de diagnóstico y directividad (Rogers, 1951).
Las 6 actitudes necesarias y suficientes -de las cuales se destacan 3 actitudes facilitadoras del terapeuta- sostienen la no directividad por parte del terapeuta de una manera específica, hace que exista una distinción relevante entre la no directividad y la pasividad. Desde este último aspecto, Rogers (1951) nos aclara dicha distinción, al considerar que la no directividad busca la conexión de los procesos emocionales del cliente con su propia experiencia, con una actitud constante por parte del terapeuta de comprender y entender realmente lo que sucede en el marco de referencia del cliente.
Por otra parte, es importante destacar la no directividad como una manera de aceptar la libertad legítima de los individuos de abordar la resolución de sus propios conflictos, aspecto que el ECP no solamente lo define como una forma de trabajo que busca eficacia, sino más bien como una manera de sostener con seguridad la esperanza en que los seres humanos puedan encontrarse con su potencialidad para desarrollarse: “No es que este enfoque le dé poder a la persona; nunca se lo quita” (Rogers, 1978, p. xii).
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL CONCEPTO
Primera etapa (década de 1940-1950)
El comienzo de las elaboraciones de las ideas centrales de no directividad se da en la década del 40 por Rogers, en donde se destaca “Orientación psicológica y psicoterapia” de Rogers (1942) el cual tuvo la finalidad de contrastar diferentes tipos de aproximaciones terapéuticas, en la que destaca el estudio de las respuestas que se dan en ambientes directivos y no directivos por parte de los terapeutas y cómo aquello influye en la relación terapéutica.
Rogers denota diversas diferencias en ambos ambientes, entre ellas el reconocer que la actitud directiva de los terapeutas puede llevar a un interrogatorio constante, por consecuencia conduce al terapeuta a dar explicaciones respecto a lo que le está sucediendo al cliente, esto lleva a recomendar al cliente el cómo elaborar un tratamiento del supuesto que tiene el terapeuta de su malestar, aspecto que puede conducir a una orientación sin sentido para el cliente (Rogers, 1942). A diferencia de la actitud directiva, elaborar una actitud no directiva en los espacios psicoterapéuticos lleva al cliente a aceptar y comprender sus sentimientos, facilitando el hablar y caracterizar de manera más precisa su proceso, aproximándose a entender de manera sensible y adecuada su propio malestar (Rogers, 1942).
La manera no directiva de abordar la psicoterapia centrada en el cliente dirige su atención en el cliente mismo y no en el problema, lo que facilita que la experiencia del cliente pueda guiar la comprensión del estado en el que se encuentra y posteriormente, a su efectiva resolución (Rogers, 1942).
Existe también “Psicoterapia centrada en el cliente” de Rogers en 1951, el cual habla de la no directividad, pero ahora como parte de la terapia centrada en el cliente, buscando explicar la actitud que debe sostener el psicoterapeuta para abordar de mejor manera la relación con el cliente y la comprensión adecuada de su malestar. Desde este aspecto, Kinget comenta (Citado en Rogers & Kinget, 1961) que la práctica de Rogers estaba ligada a experiencias personales al aproximarse al malestar del cliente y lo que pensaba respecto al sufrimiento humano, lo cual denota cómo Rogers vivió personalmente su filosofía de vida.
En este último aspecto, Rogers comenta (1987):
El proceso de cambios es la vida. Me doy cuenta de que si fuera estable, prudente y estático viviría en la muerte. Por consiguiente, acepto la confusión, la incertidumbre, el miedo y los altibajos emocionales, porque ese es el precio que estoy dispuesto a pagar por una vida fluida, perpleja y excitante (p. 48).
Para Rogers vivir el proceso de psicoterapia con el cliente era vivir una profunda filosofía existencial, en la que abrazar la incertidumbre efectivamente tiene forma de no directividad y fe en el desarrollo humano, aspectos cruciales para entender su práctica clínica y el desarrollo de sus ideas.
Es adecuado comprender la teoría de la personalidad y la conducta que Rogers explica primeramente en sus obras, para argumentar el uso de su metodología no directiva como parte de la terapia centrada en el cliente. Siguiendo este punto, su teoría tiene su alcance desde 19 proposiciones que recopiló en 1951 a modo de ensayo. Es sustancial entender su aproximación con mayor detalle a dicha teoría de la personalidad en 1959 con su libro Terapia, personalidad y relaciones interpersonales, además del libro de 1962 de Rogers & Kinget titulado Psicoterapia y relaciones humanas. Estos libros abordan y sustentan su teoría, las cuales sirven para dar un marco comprensivo respecto a sostener la no directividad en psicoterapia.
Es relevante también comprender la construcción de la teoría de la personalidad de Rogers, debido a que ésta se generó desde su práctica clínica y observaciones empíricas (Rogers, 1959). Su teoría de personalidad fue elaborada para dar una explicación que oriente -inclusive de manera provisoria- lo que su trabajo clínico hacía en sus contextos específicos, lo que denota que Rogers esperaba nuevas aproximaciones al desarrollo de la teoría, la cual estuvo siempre con apertura al desarrollo y diálogo (Rogers, 1959).
Aquí aparece el concepto de Tendencia Actualizante, es decir, la capacidad innata del organismo para desarrollarse y organizarse -proposición número 4 del libro de Rogers en 1951-. Y la mejor forma de facilitar al organismo a dicha tendencia actualizante es mediante el punto de referencia interno del cliente -proposición número 7-, elementos que sostienen la importancia significativa de la conexión del organismo del cliente y de su propio sentir frente a su experiencia.
La no directividad está ligada además a la proposición número 16, en la que se alude a que el proceso de coherencia interna no se facilitará si la persona percibe una amenaza, ya que esto tiende a generar una necesidad de seguridad, fundamento que preserva el concepto de sí mismo mediante una organización rígida -conocida comúnmente como los mecanismos de defensa-, proceso que suele darse en ambientes directivos, en la que la experiencia de la persona no es respetada debido al marco explicativo del terapeuta.
Desde este punto, la proposición número 17 (Rogers, 1951) alude a que un espacio con ausencia de amenazas percibidas permite al cliente abordar experiencias complejas, en donde el papel del terapeuta puede facilitar un entorno psicológico adecuado. Rogers (1951) destaca que la no directividad del terapeuta posibilita al cliente explorar sus propios recursos internos sin ser condicionado por un factor externo que influya en la toma de decisiones y su significado.
En todas las etapas, Rogers (1951) comprende al terapeuta como un facilitador, en el sentido de no interferir dentro de lo posible en la relación del cliente con su proceso de valoración organísmica, permitiendo la apropiada exploración de su experiencia. Es relevante sostener que las condiciones y actitudes del terapeuta deben ser suficientes, en el sentido de comprender que no existe una forma rígida de facilitar las 3 actitudes necesarias y suficientes, sino más bien, existe un esfuerzo continuo para generar un clima facilitador. Tal como lo expresa Rogers (1951) el terapeuta debe permitir al cliente guiar el proceso, y a la vez, ser lo suficientemente activo como para garantizar que las condiciones de aceptación, empatía y congruencia estén siempre presentes.
Otro punto para explorar es la mirada crítica al papel de autoridad del terapeuta, en la que se comprende que dicho papel directivo tiene consecuencias en la relación terapéutica. Rogers (1942) destaca el impacto en dos tipos de clientes; el cliente independiente, quién rechaza las indicaciones para mantener su dignidad y su posición respecto a lo que vive y siente, y luego está el cliente dependiente, a quién se le dan razones para no madurar su visión respecto a su proceso, por lo que le resulta útil tomar estas consideraciones para resolver su problema de inmediato sin tener agencia en su toma de decisiones.
Rogers (1951, 1961) comprendía que el papel del cliente frente a su experiencia era vital para la significación de ésta, por ello es por lo que destaca al terapeuta como facilitador más que como una autoridad directiva. Si el terapeuta no dirige ni impone sus propios puntos de vista, el cliente puede entrar en contacto con sus propios valores, deseos y decisiones, y avanzar hacia una mayor coherencia interna.
En cierta medida, se puede distinguir desde la terapia centrada en el cliente que el camino para la resolución terapéutica de la experiencia sólo puede darse mediante una conexión profunda del cliente consigo mismo, en la que la ética del terapeuta debe velar por respetar el principio de autonomía del cliente frente a su experiencia y sostener la actitud sincera del terapeuta frente a la responsabilidad soberana del cliente respecto a su experiencia, tal como comenta Rogers (1951):
El sincero propósito de introducirse dentro de sus actitudes, de entrar en su marco de referencia interno, es la instrumentalización más completa que hasta ahora se haya expuesto de la hipótesis central de respeto y confianza en la capacidad de la persona (p. 45).
Rogers estaba elaborando de manera más profunda la no directividad en la terapia, esto desde una actitud para facilitar un espacio adecuado y seguro para que el cliente perciba su experiencia y obtenga una comprensión de su propio malestar (Rogers, 1951), aspecto que de a poco va dando mayor protagonismo al rol del terapeuta enfocado en la persona en los espacios interpersonales.
Segunda Etapa (Década del 1960 y 1970)
En este proceso histórico del desarrollo conceptual, es relevante denotar la distinción del terapeuta con la no directividad. Este aspecto claramente se elabora en las décadas anteriores como algo fundamental, sin embargo, Rogers & Kinget (1962) explican que la no directividad es inherente al proceso en psicoterapia centrada en la persona, sin embargo, no totalmente representativa, puesto a la existencia de aspectos relevantes que distinguen una aproximación con sentido y pensamiento crítico sobre la relación terapéutica.
Kinget (citado en Rogers & Kinget, 1962) ve la no directividad enmarcada en la terapia centrada en el cliente, relación que busca resaltar la importancia de no comprender a la no directividad cómo técnica. La palabra enfoque o approché aborda el carácter profundamente humano de la manera de trabajar no directiva de Rogers, ya que sostiene una manera comprensiva y flexible de acercarse, a diferencia de la percepción de la técnica, la cual está ligada a una forma mecánica del quehacer clínico y terapéutico, aspecto poco reflexivo que se distanciaba de lo que la terapia centrada en el cliente representa (Rogers & Kinget, 1962).
Rogers comprendía que sus ideas no solamente tuvieron interés para área clínica, lo que hizo que escribiera para un público más general y que se entendiera que las actitudes del terapeuta no sólo deben estar en psicoterapia, si no que en otras diversas áreas de la vida del ser humano (Rogers, 1980).
Rogers comienza a abordar nuevas áreas de interés desde 1951, es en esta época en donde se diversifica el interés más específico a la educación (Rogers & Freiberg, 1969) y a los grupos de encuentro (Rogers, 1970), en los cuales buscó que las personas encuentren su propio camino a la resolución de sus conflictos internos, siendo el facilitador un rol que se hace responsable ante ellos, pero no de ellos (Rogers, 1970.).
En los aportes en la educación y los grupos de encuentro se busca proveer un clima de aceptación para el desarrollo de las potencialidades de las personas y su comunicación, en la que Rogers al aceptar su coherencia en el proceso de acompañar a los grupos admite que va a participar en aspectos que a él le resulten importantes del grupo (1970). Es significativo ver el proceso grupal de manera única, en la que Rogers valida su posición en un espacio grupal, proceso que no significa que llegue a ser directivo en la manera de participar. Las implicancias de trabajar en grupos en donde los procesos se diversifican y constituyen, flexibiliza el concepto de no directividad, esto debido a que ya no existe solo un facilitador, también existe un participante, por lo tanto, un nosotros (Bozarth, 1998).
Dentro de los procesos en grupo, Rogers (1970) caracteriza diversos tipos de grupos en los que se aborda la relevancia de los contextos sociales diversos. No sólo era un aspecto ligado al desarrollo personal, sino que pudo ampliar su mirada hacia aspectos de transformación social y trabajo en comunidades en los que las actitudes facilitadoras y la no directividad podrían abordar el trabajo hacía su sentido de comunidad: "Se trata de una de las intervenciones más fructíferas para encarar el sentimiento de irrealidad, impersonalidad, distanciamiento y separación que priva en tantas personas de nuestra cultura" (Rogers, 1970, p. 132). Desde este aspecto, prosigue al comentar sobre los grupos de encuentro: “brinda reales esperanzas de que el aislamiento no se convertirá en la tónica de nuestra vida personal” (p.132).
En este punto, el terapeuta no era un facilitador pasivo, más bien se estaba posicionando como un otro suficiente en la relación mediante su autenticidad, aspecto que otorga un papel más profundo y humano al terapeuta o facilitador, además de abordar la no directividad como una actitud hacia la relación y la comprensión de la vida en comunidad (Rogers, 1970). Tal como comenta Rogers (1970):
Mi esperanza es, gradualmente, llegar a ser tanto un participante en el grupo como un facilitador. Esto es difícil de describir sin que parezca que estoy desempeñando conscientemente dos roles diferentes (...) Cada faceta es una parte real de mí, no un rol (pp. 48-49).
Desarrollos contemporáneos
En la actualidad, el desarrollo de la idea de no directividad tiene un alcance en distintos tópicos y contextos multiculturales, lo que destaca un interés constante de apertura a distintas narrativas y experiencias sociales. Cooper & Mcleod (2011) comentan que el trabajo en contextos de diversidad cultural genera una apertura hacia las narrativas del cliente de una manera radical, destacando la congruencia en el trabajo por parte del terapeuta de respetar el no coincidir necesariamente con valores y perspectivas del cliente.
En consecuencia, se busca abordar la complejidad de visiones en la relación terapéutica, destacando la diferencia entre el terapeuta y el cliente respecto a sus propias normas sociales y culturales, este proceso busca validar el respeto y la practicidad que las actitudes no directivas generan en espacios terapéuticos diversos, además de mantener la terapia centrada en la persona desde una óptica no dogmática (Cooper & Mcleod, 2011).
Abordar el área de la relación terapéutica y el trauma es importante respecto a la no directividad, en la que se constituye como una acción profundamente emancipadora, esto debido al facilitar y devolver el control a personas profundamente vulneradas. Tal como aborda Wilkins (2009) respecto al impacto de la psicoterapia centrada en el cliente en el trabajo con personas traumatizadas, la no directividad no significa una ausencia de presencia, sino más bien un profundo compromiso en sostener un espacio donde el cliente pueda retomar el control sobre sus narrativas y emociones de manera sensible, así propiciando la simbolización del evento de manera más precisa.
El interés de la no directividad en los espacios terapéuticos no tuvo un impacto en el ECP de manera exclusiva, este punto se destaca debido a los alcances de los enfoques pluralistas, enfoques que dotan al papel de terapeuta de diversas herramientas y técnicas, sin dejar por ello de abordar el respetar la autonomía del cliente y su marco de referencia para su proceso, aspecto en el que con el ECP coinciden. Desde esta perspectiva, Cooper & Mcleod (2012, 2011) ven la no directividad como una herramienta cooperativa en el enfoque pluralista, el cual destaca la colaboración entre el terapeuta y el cliente para trabajar las estrategias que permitan alinear de mejor manera las necesidades del cliente. Comprender la no directividad como método permite abordar una mayor flexibilidad del terapeuta frente al trabajo con el cliente, esto sin dejar el principio de autonomía del cliente y el respeto hacia su proceso (Cooper & Mcleod, 2011).
Finalmente, las contribuciones que tiene la no directividad a la dimensión política en la sociedad actual son destacables. Schmid (2005, 2020) aborda la no directividad como una postura política frente a estructuras jerárquicas y autoritarias, esto debido a las implicancias de sostener el compromiso de respetar la autonomía de la persona, no solamente en ámbitos ligados a la terapia, sino más bien extrapolando este proceso al funcionamiento de una sociedad más democrática e inclusiva. La no directividad es una postura radicalmente política para Schmid (2020), y tiene sentido debido a que esta postura subvierte las dinámicas de poder tradicionales al renunciar a toda imposición y control sobre el otro, debido a considerar a las personas soberanas de sí mismas (Schmid, 2005).
Ver la no directividad como postura política puede dotar al terapeuta centrado en la persona de un rol activo y congruente respecto a su posición, en la que la terapia es un acto radicalmente político que busca ser una resistencia frente a prácticas opresivas en las sociedades posmodernas.
CONCLUSIONES
Si bien la no directividad es uno de los principales conceptos respecto a la metodología del enfoque centrado en la persona, va más allá del espacio psicoterapéutico, lo que abre nuevos horizontes en donde existen otras realidades y otros factores a tener en consideración, enriqueciendo su comprensión.
Rogers acogió desde sus inicios una postura política, la cual se desarrolla progresivamente a través de los años en su literatura, señalando desde sus primeras obras que existe una manera comprensiva, eficaz y congruente de elaborar la psicoterapia, la cual se facilita debido a las actitudes que brinda el ECP y la no directividad: el respeto a la autonomía de la persona, el interés por el marco de referencia del cliente y su desarrollo humano. Autores como Schmid catalogan como profundamente emancipador la actitud de no directividad, esto debido a que desarrolla conceptualmente el papel del terapeuta, facilitador, consejero y persona que se posicione desde este enfoque: existe una postura política, filosófica y epistemológica que sostiene su práctica, y esto denota una diferencia respecto a otras aproximaciones y enfoques respecto a términos de coherencia, sustento y pensamiento crítico.
Por otra parte, considero que ver el proceso de desarrollo de la no directividad en el ECP muestra el desarrollo que tuvo Rogers como persona al encontrarse constantemente con su quehacer crítico respecto a la psicología clínica, lo cual se debe en cierta parte por las influencias primarias del pensamiento pragmático estadounidense, sin embargo, va más allá. El ser humano y la idea de considerarlo suficiente, el abrazar el contacto real y congruente con el otro, posibilita la no directividad como una actitud frente al ser humano, en la que yace una profunda esperanza por el desarrollo.
Respecto a las limitaciones de este artículo frente a la información referente a la no directividad y el ECP se dan debido a la funcionalidad de este artículo, la cual se dió de manera descriptiva y acotada para su uso, por lo que la bibliografía ocupada fue preferentemente de fuentes primarias. Otro aspecto que abordar es la barrera idiomática al momento de organizar la información y su comprensión, lo que sostiene el valor actual de generar artículos en español que puedan facilitar dicha comprensión. La definición exacta que los autores intentan apuntar es relevante para una aplicación más crítica y sólida de los aportes investigativos desde el ECP a diferentes contextos, además de dotar de fuentes más accesibles que enriquezcan investigaciones desde y hacia la población hispanohablante.
Por último, el comprender la no directividad y su función respecto a las consideraciones sobre la teoría de la personalidad de Rogers permite ver la coherencia que intentó sostener durante todo su proceso como académico e investigador, lo que dota a las futuras generaciones de herramientas que sigan el hilo conductor de Rogers para su desarrollo hacia nuevas áreas de interés, sin perder lo profundamente humano de la mirada del autor.
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1 Psicólogo clínico y psicoterapeuta centrado en la persona en consulta privada, correo electrónico: williams.munoz.psi@gmail.com